Oliver, como un "guerrero" que había pasado por peligros fatales numerosas veces, no dejó que el miedo le impidiera moverse en el momento crucial. Él retrocedió en diagonal subconscientemente y blandió su espada corta, intentando encontrar una manera de escapar.
Sin embargo, él era mucho más débil que el Capitán Grigra, quien aprovechó la longitud de su espada para agitarla sin parar, impidiendo que Oliver se acerque. Este no podía sacar el mayor provecho de la espada corta ni resistir los ataques levantando esta última.
Clang, clang, clang. Tras unos cuantos sonidos claros, la espada corta cayó al suelo, y la mano derecha de Oliver empezó a sangrar.
Sonriendo horriblemente, Grigra dio un paso hacia adelante e hizo un corte horizontal, reduciendo aún más el rango de acción de su oponente.