Los enanos nunca habían visto algo así antes. La escena había excedido su fantasía definitiva.
Los altos edificios los hacían sentir tan pequeños, y las luces de las estrellas hacían que la ciudad pareciera aún más grande y espléndida. La civilización a la que pertenecía la ciudad era mucho más avanzada que la Civilización del Vapor.
Los enanos sintieron que estaban frente al insondable cielo estrellado. Estaban profundamente conmocionados por lo insignificantes y pequeños que eran.
Aquel era el poder de la civilización.
Tras un rato, el anciano se puso serio al final y se arrodilló en el suelo, postrado, aunque la arena aún estaba muy caliente.
—¡Todopoderoso Dios del Vapor nuestro! Tu reino es el dominio donde viven todos los dioses. ¡Tu reino muestra el poder definitivo del vapor!
Al escuchar la oración del anciano, los enanos también se arrodillaron de una forma sumamente devota, frente a la ciudad.