El sol de la mañana era cálido ese día. Lu Zhaoyang sintió una sensación de ardor en el lado derecho de la cara, pero no era nada comparado con el dolor en el cuello.
Huo Yunting la miraba ocasionalmente mientras conducía.
Pasaron por una farmacia, donde se detuvo y le compró unos tubos de pomada. Sacó un tubo y abrió la tapa.
Lu Zhaoyang se sintió un poco incómoda ante su abrupta exhibición gentil.
—¿De verdad eres Huo Yunting...? —Definitivamente, parecía otro.
Huo Yunting puso una sonrisa en su rostro y dijo: —Sí, soy Huo Yunting, tu esposo.
—... —¿Qué tipo de truco estaba haciendo ahora? Lu Zhaoyang extendió su mano y dijo—: Dame eso, lo haré yo misma.
—Sé una buena chica y no te muevas.
Impulsado por la culpa, Huo Yunting aplicó la pomada suavemente sobre las marcas rojas de su cuello. Había una sensación refrescante en la punta de sus dedos, que ella también debía estar sintiendo.