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Golden City era el lugar más conocido de entretenimiento. Tenía las mejores "meseras" de la zona.
Dentro de un espacioso salón, los otros hombres estaban coqueteando con bellezas en sus brazos. En medio de los intercambios de coqueteo estaba Huo Yunting, solo, en el sillón carmesí, con un vaso de vino bailando en sus manos al cual ocasionalmente le daba un sorbo.
Las coloridas luces del club brillaban sobre su pétrea expresión. Parecía como si nunca hubiera pertenecido aquí.
Huo Yunting: el apuesto, el genial, el playboy, la bestia en la cama, el príncipe en el bar, no parecía el mismo esta noche. Parecía malhumorado, muy malhumorado.
El amigo de Huo Yunting, Mu Xuan, le echó un vistazo a Huo Li, quien volvía a su asiento luego de una breve sesión de karaoke. No tenía los cojones para preguntarle nada a la bestia. Huo Li se dio cuenta de la mirada y le hizo una leve seña con el vaso en modo de reconocimiento. Allí había una sonrisa que literalmente decía: "No soy estúpido. Si quieres morir, ve a hacerlo tú mismo, tonto".
Luego, Huo Yunting bebió el vaso completo de vino de un solo trago. Una chica vestida sensualmente vino a rellenar su vaso inmediatamente, como la eficiente anfitriona que era. Los ojos desalmados de Huo contemplaron el pálido líquido en el cristal, el sonido que hacía el mismo era como el que hacía la máquina de hablar con la que se había casado.
A pesar de la molestia, esa caja de conversación se había transformado en la mujer que él conocía, a quien le gustaba hacerse la fuerte a pesar de la humillación que recibía, logrando ese irritante gesto de "yo estoy muy bien".
Mientras levantaba el vaso hacia sus labios, sus mejillas temblaban con furia.
—Amo Huo, permítame... —susurró la anfitriona en su oído mientras colapsaba en sus brazos, con ese par de gigantes cojines maternales para descansar y excitación en sus ojos.
—Vete a la mierda —él la empujó y se levantó del sofá, dejando su vaso en la mesa.
—Oh…amo Huo…—ella colapsó en el sofá, como una doncella en su primera noche, y estiró su mano—. ¿Serías tan caballero y le darías a esta pequeña una mano?
Huo le dio una vuelta a su abrigo y se alejó.
Se metió en su Rolls Royce, lo puso en marcha y pisó el acelerador mientras que el Royce se acercada a la concurrida calle.
Él llegó de vuelta a Thunderbolt Corp., donde para entonces solo quedaba una ventana iluminada.
Miró el reloj en su auto.
Ya eran las 3 a.m.
—Lo sabía... —susurró—. Sabía que seguiría trabajando.
Con su auto aparcado, Huo Yunting fue directo a la oficina de Lu. Sus zapatos de cuero hacían un fuerte ruido.
La puerta de la oficina de la secretaria estaba abierta.
Sus pasos eran muy ruidosos al principio. Pero al ver esa silueta familiar, se suavizaron.