Ella estiró su brazo para empujar al hombre mientras colapsaba, pero él se mantuvo en la misma posición, fijo como una montaña. No importaba qué tanto lo empujara, él no se movía un centímetro.
Su corazón se hundió. Odiaba a este hombre que había puesto su vida pies arriba, y aún así, no podía hacer nada.
—¡Llévatelo, llévate todo! ¡No me tortures más!
Yun Shishi se tomó la cabeza y, con su espalda apoyada en el ventanal, se dejó caer poco a poco. Hundió su rostro entre sus brazos. Sollozaba sin control. Parecía una niña por la forma en la que dejó salir toda la humillación, rabia, desesperanza e indignación que tenía acumulada.
—¡Mu Yazhe, te odio! ¡Eres al que más odio!
Mu Yazhe quedó atónito por un momento.
Le dolía el corazón y se sentía frenético, absolutamente frenético porque la hizo llorar. Su colapso inesperado lo tomó por sorpresa y no tenía idea del porqué.