―Shishi…
―¿Por qué estás aquí? ―murmuró ella en voz baja antes de que él pudiese seguir hablando.
―¿Cómo puedo dejarte sola? Estoy preocupado por ti.
Dejó caer su cabeza miserablemente.
Si fuese como antes, ella podría haber sido su compañera y tomar sin problemas su brazo mientras recibía sin reparos las miradas inquisitivas de los artistas y de los medios de comunicación.
Sin embargo, ahora mismo, sentía que de repente había un gran abismo que los separaba.
Él vio su abatimiento y también se quedó callado. La habitación se enfrió con el silencio entre ellos.
Pareció que había pasado un siglo antes de que el hombre se acercara a la dama, y como un verdadero caballero, le ofreció la palma de su mano y, con una reverencia, le dijo: ―Hermosa dama, ¿estás dispuesta a ser mi compañera?
Ella lo miró sorprendida y luego, lentamente, puso su mano sobre la de él.
―Estoy dispuesta…
Ambos se sonrieron el uno al otro.
***