Su Qianci se acercó y la ventana se bajó. Vio el perfil de Li Sicheng, sus ángulos familiares, tan frío como siempre... Ella no pudo evitar mirarlo.
Li Sicheng giró la cabeza y la miró de manera directa y fría. Era como si no quisiera prestarle atención. Ella miró hacia otro lado deliberadamente. Quiso pasar de largo el coche con su mochila, pero él le bloqueó el paso con el coche.
—Entra en el coche.
Era una orden firme. Su voz era profunda y suave, tan familiar que le dio un vuelco el corazón. Mirándola, él agregó despacio:
—El abuelo ha pedido que vayas a la antigua casa a cenar.
El abuelo... Su Qianci curvó los labios, abrió la puerta del copiloto, se sentó en el asiento, y mencionó:
—Vamos.
Li Sicheng la examinó más con la mirada.