Empujaron a Su Qianci y le arañaron con rapidez su piel clara. Al oírlo desabrocharse el cinturón, el corazón de Su Qianci empezó a temblar. ¿Qué estaba intentando hacer? ¿Tan mala suerte tenía?
Su Qianci respiró hondo para levantarse del suelo e intentó correr hacia la salida del callejón. Sin embargo, el borracho reaccionó con rapidez y la empujó de nuevo hacia el suelo.
El callejón estaba muy sucio, con cristales rotos por todas partes. Su Qianci cayó sobre el cristal y se hirió en la espalda.
Su Qianci agarró un trozo grande de cristal y amenazó al hombre con él:
—¡Vete!
Las mejillas del borracho eran rojas y tenía un largo bigote. Su ropa estaba raída. Al ver el trozo de cristal en la mano de Su Qianci, sonrió y expresó:
—Una chica interesante.
Su voz era tan ronca, que sonaba como si llevara décadas sin beber agua.
Su Qianci tembló cuando se le acercó y aseguró con voz quebrada:
—¡No te acerques más o te mataré!