Praderas Este.
Rhode llevaba las riendas y estaba encantado con los pintorescos paisajes. No solo él, sino también Anne y Lize contuvieron la respiración mientras contemplaban la majestuosa cascada que brotaba desde arriba y los vapores de agua que se convertían en nubes que apenas ocultaban la entrada al valle. El verde bosque de bambú a ambos lados del sendero crujía con el viento y parecía una exquisita y tranquila pintura que capturaba los ojos de todos.
La entrada a las Praderas Este estaba entre los valles y era también la única manera de comunicarse con el mundo exterior. Sin embargo, el camino era irregular y estrecho y apenas cabían dos carros que circulaban uno al lado del otro. El camino de losa y ladrillos se extendía hasta la misteriosa niebla de la lejanía.
—Mira, mira, líder.
Anne se adelantó en el caballo y tocó el bambú que tenía delante. Se volvió hacia Rhode con curiosidad, agitando su mano.