La punta de la Espada Carmesí estaba a solo unos centímetros de Waltz, pero no pudo atravesarlo. Waltz retrajo las comisuras de su boca al ver el ataque de Rhode.
«¡Maldición!»
Rhode sacó su espada por precaución y rápidamente se alejó de un salto. Al mismo tiempo, Waltz abrió la boca e hizo un aullido agudo y aterrador.
El piso se rompió instantáneamente. El impacto pasó por Rhode y obligó a los espectadores a taparse los oídos por el ruido ensordecedor que causó. Aun así, el penetrante sonido los dejó histéricos.
Waltz se estaba transformando.
Sus músculos comenzaron a retorcerse y a inflarse como una pelota de cuero. Pero eso no fue todo; debajo de su piel empezaron a surgir escamas que desgarraron su carne despiadadamente, revelando sus venas y sus tensos músculos.
El cuerpo de Waltz emitió un olor a huevos podridos.
Era el olor del azufre.