Cuando Rhode llegó a la «escena del crimen», todo había terminado.
Se podía ver claramente un círculo chamuscado. Unas chispas bailaban sobre el amarillento y marchito césped mientras surgía un humo negro. Unos cinco o seis hombres en armadura, que parecían guardias, estaban tirados boca abajo y veían fijamente al culpable principal, que solo estaba a unos pasos de ellos.
—¡Déjenme escuchar unas palabras tan ilógicas de nuevo y les garantizo que ninguna vivirá para ver el mañana!
Marlene miraba a los asustados tipos. Rhode sentía una densa intención homicida saliendo de ella, tanto que casi formaba una enorme bola de fuego. Era casi un milagro que Marlene estuviera tan furiosa.
—¿Qué ocurrió?
Rhode se acercó a Lize, que se había quedado sin palabras, y le hizo una pregunta con suavidad. Lize rápidamente agarró su brazo y tartamudeó.