El director del orfanato y los maestros también limpiaron las lágrimas de sus ojos. Esa vez no la castigaron.
El orfanato costeó parte del tratamiento médico de Xia Yu para retrasar más el deterioro, pero no podían cubrir el tratamiento completo. Los doctores dijeron que era un milagro que Xia Yu estuviera viva, y dijeron que no viviría más de diez años.
Xia Ling sólo podía mirarla descorazonada a medida que se ponía más y más débil.
Hubo muchas noches que se levantaba sobresaltada por una pesadilla, temerosa que Xia Yu repentinamente desapareciera de su lado. Xia Ling salía de la cama y corría descalza al desértico corredor, a través del terrorífico y espeluznante cielo, hacia la enfermería para niños al otro lado del orfanato. Iba al lado de su cama para ver a Xia Yu que dormía bajo la tenue luz de la luna que brillaba a través de la pequeña ventana. Sólo podía relajarse cuando veía la cara de Xia Yu, profundamente dormida, y escuchaba su respiración.