Vivian frotó las dos almohadas juntas, colocándolas en la cabezera, tiró de las sábanas con las manos para que la cama se viera limpia. Echando un vistazo a la habitación vacía, se sentó en el borde de la cama. Sus ojos cayendo sobre el cajón que estaba al lado de la cama, se inclinó hacia adelante para tirar y abrirla.
Ese cajón parecía ser como una caja de tesoros de recuerdos pasados, ya que era el lugar de donde Vivian había sacado la pequeña cinta que una vez él le había atado al cuello. Tocarse el cuello no hizo que obtuviera exactamente la memoria que buscaba, sino el recuerdo de la vez que aquel hombre, Ezequiel, había tratado de estrangularla con sus propias manos.