Después de dos sutiles golpes más en la superficie de madera, la puerta se abrió, dejando ver a un hombre que miraba a la chica con los ojos somnolientos, antes de que éste se diera cuenta de quién estaba en su puerta. El hombre era delgado pero musculoso, con una estatura media, sus ojos verdes parecían confundidos.
—¿Charlotte?
—¡Rory! —gritó y saltó para abrazarlo, encontrando consuelo en su presencia.
—¿Qué haces aquí a estas horas de la noche? —preguntó cuando ella se retiró, llevándola dentro de su pequeña casa cuando sus ojos se posaron en el maletero que estaba a su lado—. Oh, Charlotte, por favor dime que no huiste de tu casa. —Recogiendo rápidamente el equipaje, cerró la puerta y dijo—: ¿No te dije que esperaras hasta que te lo dijera?
—No había mucho tiempo. Mi padre ha decidido dar mi mano al duque Harrison —Sus cejas se fruncieron al verle encender la lámpara en un rincón de la habitación—. No me casaré con nadie si no eres tú.