―Usted debe ser el señor Weaver. Nos gustaría ver que vestidos tiene ―declaró, mientras estudiaba al hombre con sus ojos resueltos.
―¿Y para quién sería? ―le preguntó a Elliot, quien giró hacia Cati―. Por favor tome asiento y le mostraré artículos que le puedan interesar ―dijo, indicando con la mano hacia el banquillo de madera.
Elliot revisaba los vestidos apilados en una esquina mientras Cati se sentó en el banquillo.
En un comienzo, Cati era reservada al hablar con el señor Weaver, pero a medida que le explicaba los diseños y colores con tanta pasión, ella estimó que el hombre tenía un corazón bondadoso y era incomprendido por la gente de la ciudad.
Sus manos estaban arrugadas y ella se preguntó si era el único hombre que quedaba en su familia. Eso la entristeció.