Lancelot volvió a hablar.
―Tú no eres un buen hombre. Somos parecidos. He escuchado la clase de persona que eres. Has matado mujer tras mujer.
―No me digas ―dijo Alejandro al acercarse a él―. Seguramente sabrás que fueron mujeres que se acercaron a mí por propia voluntad.
―¿Catalina sabe de la cantidad de muertes que has causado? Te vi con ella, comportándote como un santo ―dijo, y volvió a reír―. Quizás estás usando su cuerpo hasta que se marchite para después pasar a uno nuevo.
―Cuidado cómo me hablas ―advirtió el Señor de Valeria.
―¿Por qué? Si la oportunidad se presenta, terminaré lo que empecé. La violaré mientras llora. Abriré sus piernas…―cuando esas palabras salieron de su boca, Alejandro perdió el control y en un instante estaba frente al hombre con su mano alrededor de su cuello.
Con la otra mano, Alejandro presionó el pecho del hombre. Aplastando su caja torácica mientras se resistía.