La mayor parte del fin de semana Zhang Ye lo pasó durmiendo, comiendo y mirando la televisión. No se ocupó de temas serios, sino que aprovechó el descanso para reajustar su estado y relajar su mente. Era lunes y Zhang Ye quería aprovechar para dormir hasta el amanecer, pero alguien no dejó que eso sucediese así.
Solo eran las seis de la mañana.
Alguien llamaba a la puerta.
Zhang Ye hizo como si no lo oyese. Aún estaba profundamente dormido.
"Toc, toc, toc."
El ruido había cambiado a golpes en la puerta. Enseguida, se oyó un clic y unas llaves que abrían la puerta. Estaban abriendo la puerta desde fuera.
—¿Lo ves? Está en casa —era Rao Aimin que entraba en su apartamento—. Ese granuja, siempre finge que no oye.
La Casera cogía de la mano a una dulce y hermosa niña. Era Chenchen. Oyó cómo la niña repetía el adjetivo que le había puesto su tía.
—¡Granuja!
Rao Aimin la miró.
—Solo yo puedo llamarle así.