Antes de que Yu Yuehan pudiera dar un paso hacia adelante, Nian Xiaomu ya se había volteado y había tumbado a Xing Li en el piso con una llave en el hombro.
Ella presionó las manos de Xing Li contra su espalda y le dijo con voz profunda: —¡Fuiste tú quien causó el incendio en la mansión de la Familia Xing! También fuiste tú la causante de la muerte de tus padres ¡Eres la principal culpable que está detrás de sus muertes!
—¡No! ¡No fui yo! ¡Yo no ocasioné la muerte de ellos! ¡Fuiste tú! ¡Fuiste tú! —Xing Li le gritó histérica a Nan Xiaomu, igual que una lunática. Ella se esforzó para levantarse.
Los ojos de ella estaban inyectados de sangre.
—Xing Xing, tú fuiste quien me llevó a éste estado y no permitiré que quedes absuelta. Quiero decirle a todo el mundo que tú eres una maldición, que cualquiera que se acerque a ti va a morir. Quiero que pagues con tu vida la muerte de mis padres…
La expresión de Xing Li se volvió despiadada.