El color de la sangre fresca se reflejó en sus ojos mientras se fijaban atentamente en el líquido que fluía.
En ese momento, hubo una ligera tos dentro de la casa. El Viejo Neil habló con voz ronca: —Dunn, ¿por qué están aquí?
Los ojos grises de Dunn estaban extremadamente profundos. Su voz suave respondió con calma: —Escuché que estás enfermo, así que vinimos a visitar.
Hubo un repentino silencio en la casa. Unos segundos más tarde, el Viejo Neil rugió de ira y terror: —¡No! ¡Estás mintiendo!
Sin esperar a que Klein y compañía dijesen una palabra, su tono de repente se debilitó.
—Sí, sé que mi condición no está del todo bien.
«Viejo Neil...»
Klein cerró los ojos, pero el líquido sangriento que se filtraba por el hueco de la puerta no cesó.