Este era un campo de batalla de sangre y fuego, en pelea contra un denso mar de insectos.
Doron rebanó a otro insecto que se acercó con su espada larga, dividiéndolo en dos. La espada originalmente afilada, ahora estaba cubierta con los repugnantes fluidos de los diversos insectos, con los bordes saltados y rasgados por el uso.
Cualquier otro día normal, esto le habría causado un gran dolor, pero en este punto, ni siquiera tenía tiempo para examinar su espada adecuadamente. El ejército era como un bote solitario en este mar de bichos, y era mecido por ola tras ola de muerte.