—No es nada —Huo Mian se volteó mientras su voz flaqueaba.
Qin Chu levantó su brazo intentando limpiar sus lágrimas pero Huo Mian de inmediato lo detuvo.
—No muevas tu brazo la sangre podría refluir.
—De acuerdo —sonrióél y no dijo nada más.
—Por cierto, ¿cambiaste de nuevo los horarios de tus empleados? —recordó Huo Mian.
—Lo hice.
—¿En verdad? —cuestionó.
—Si no me crees puedes verlo tú misma.
Qin Chu tomó su teléfono y le mostró el estado actual de la oficina a través de las cámaras de seguridad.
Ella sintió alivio al ver que los empleados habían vuelto a sus horarios normales.
—Quédate en casa por hoy y descansa, no vayas a trabajar.
—Estoy bien, iré una vez que se termine la intravenosa.
—No, te quedaras aquí—ordenó ella.
—Entonces, ¿te quedarás conmigo? —preguntó Qin Chu.
Huo Mian estaba algo avergonzada por lo que no respondió pero tampoco lo negó.