En medio del silencio absoluto, sonó el teléfono. Mo Lingtian tomó reflexivamente su teléfono. Cuando vio el nombre de quién parpadeaba en la pantalla, se puso pálido en un instante.
Era Ziyao.
El niño que una vez pensó que era una amenaza ya no estaba. Ning Tianxin no se enredó con él. Sus padres ya no lo obligaban a casarse, y la propia Ziyao incluso lo llamaba...
Cuando amaneció, no fue la interminable oscuridad la que le esperaba. En cambio, su vida había regresado completamente al camino correcto. Aun así, ¿por qué sentía que todo eso no tenía sentido? El único pensamiento en su cabeza era que quería verla... Necesitaba verla desesperadamente...
Mo Lingtian colgó la llamada de Guan Ziyao. Miró a Ning Xi con cara sombría y continuó repitiendo con determinación:
—Sólo quiero mirar.
La mirada de Ning Xi era fría hacia el hombre que tenía ante ella.