Tiró su bolígrafo con fuerza. —Ey secretaria —dijo mientras se recostaba en su trono—, si quieres mirar a la señorita Lu, ¿qué tal si la miras directo a la cara por todo el tiempo que desees?
—¡¿Umm… eh?! ¡Uh! ¡Uh! ¡Mis disculpas, señor presidente, señor, y-yo me voy a retirar a trabajar! —la pequeña secretaria se escabulló de su oficina como un conejo escapando del lobo. Casi pareció como que hubiese sido una ex maratonista.
Huo Yunting la miró a Lu, quien había mantenido su cabeza baja por más de una hora ya.
Él alzó sus cejas y dijo: —Lu Zhaoyang, será mejor que muevas tu cuello cada tanto si no quieres tener que comenzar a pagar cuentas de hospital antes de retirarte.
Fue entonces cuando Lu Zhaoyang, sin expresión alguna, sacudió su cuello dramáticamente y estiró sus brazos como una princesa. Luego de eso volvió a su postura previa, la cual se asemejaba a la de El Pensador.
—¡Tsk!
«¿¿De nada??».