Huo Yunting miró a las flores que tenía en su mano. Sus ojos pestañearon perplejos.
«¿No son buenas?».
Sin embargo, él tampoco había sido nuncade esas personas que insistieran en el por qué de las cosas. Ella no apreció las rosas, así que ya estaba.
Por lo tanto, las costosas rosas que habían sido importadas desde el exterior volaron con gracia hacia el cesto de la basura.
Como el ramo era muy grande, el tacho de la basura se cayó, provocando un gran estruendo. Lu Zhaoyang saltó sorprendida.
«¿Qué le sucede?¡Todo este comportamiento extraño solo logra ponerme nerviosa!¡¿No tiene otra cosa para hacer?!».
—Esposa, toda tu ropa está pasada de moda. He elegido algunas prendas nuevas para ti.
Huo Yunting se agachó y la miró a los ojos, prácticamente bloqueando su vista.