—Mi hijo y yo somos independientes. Encontraremos un lugar donde quedarnos. No te preocupes por nosotros. Si no hay nada más, ¿puedes echarle un vistazo a esto? ¡Hay un error aquí! —Lu Zhaoyang señaló una serie de números en el documento con una sonrisa fría.
—Tú... —Huo Yunting le arrebató el archivo de la mano y lo golpeó sobre el escritorio, antes de arrojarse enojado de vuelta al asiento.
—¿Qué demonios? —Lu Zhaoyang maldijo en voz baja. Estaba muy furioso esa noche. Ahora, ¿no tenía miedo de ofender a Ming Yue dejando que Xuxu y ella se quedaran en su villa?
—En lugar de mirarme así, no me importaría si vienes, me besas y abrazas. —La ira de Huo Yunting se disipó cuando miró a Lu Zhaoyang.
—¡A mí sí me importa! —dijo Lu Zhaoyang.
—¡Eres aburrida!
—Como si me acabaras de conocer. —Lu Zhaoyang continuó ayudándolo a organizar su escritorio.