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40% Reino de Ezisan / Chapter 2: La Paz Antes de la Tormenta

บท 2: La Paz Antes de la Tormenta

El ejército del Reino de Ezisan regresaba a casa tras una extenuante guerra. Los soldados, agotados y con rostros demacrados, llevaban consigo las secuelas de una derrota frente al Ducado de Aldous, antiguo aliado convertido en traidor. Aunque Aldous carecía de un ejército formidable, empleó tácticas de guerrilla y espionaje, sumado a mercenarios de renombre, logrando una victoria humillante sobre Ezisan. 

Post-guerra, el rey cedió partes del territorio a Aldous, consolidando así su poder. A pesar de los intentos del rey por estabilizar el reino, la Crisis de Aldous, provocada por la guerra, sumió a Ezisan en una crisis social. La solicitud de ayuda a la Aftokratoría, nación comprometida con la paz, quedó sin respuesta. La frustración del rey se manifestó cuando, al ser notificado por un sirviente de que ciertos vasallos deseaban hablar con él, respondió con ira 

- ¡¡¡No estoy interesado en hablar con nadie!!!

Entre los vasallos, las tensiones surgieron. Henry, un vasallo descontento, expresó su desprecio hacia el rey, mientras Bertram, más cauteloso, instó a la prudencia y Kenric, un hombre de acción, con indiferencia, amenazó con la violencia para silenciar la disputa. Bertram intentó hablar con Kenric sobre la situación del rey, pero la conversación no llevó a ninguna parte. 

- Bertram, buscando una solución pacífica, intervino. 

- Caballeros, pelear entre nosotros no nos llevará a ninguna parte. Sabemos que el reino está en problemas, y debemos encontrar una manera de superarlo juntos. 

- Kenric, mirando con desdén a Henry, respondió 

- Tiene razón, no ganamos nada peleando entre nosotros. Necesitamos pensar en cómo podemos ayudar a Ezisan a recuperarse. 

- Henry, cruzando los brazos con arrogancia, gruñó 

- No confío en nadie más que en mí mismo. Los demás reinos son egoístas, y no nos ayudarán. Debemos encontrar una solución por nosotros mismos 

- Bertram, tratando de reconciliar las diferencias, sugirió 

- Quizás una combinación de ambas estrategias sea la clave. Busquemos aliados, pero seamos cautelosos en quiénes confiamos. Juntos, podemos ser más fuertes.

- Mientras tanto, en la habitación del rey, Albert, un noble con cabello oscuro y mirada astuta, llegó con medicinas.Arthur, el noble astuto, se encontraba en la habitación del rey realizando su rutina diaria para verificar el estado de su enfermedad. Como médico de confianza, era responsable de asegurarse de que el rey recibiera el tratamiento adecuado y de informarle sobre cualquier cambio en su condición. 

- Deja eso, no hay nadie aquí, dijo el rey Albertcon cierta indiferencia mientrasArthurse preparaba para arrodillarse. 

- Entiendo, su majestad. Sin embargo, antes de proceder, necesito hacerle algunas preguntas de rutina sobre su salud - dijo Albert, consciente de la gravedad de la situación. 

- El monarca dejó escapar un suspiro, como si el fardo de su mal le resultara abrumador. 

- He continuado con el dolor en el pecho y los sudores que me acosan sin tregua - confesó, dejando al descubierto la cruda realidad de su deterioro físico. 

El rey Albert, con una evidente fatiga, musitó - Me siento debilitado, Arthur. Las aflicciones de la guerra y las inquietudes del reino han mermado mi salud. Mas no puedo permitirme reposar; debo seguir en la contienda por nuestro pueblo 

- Arthur asintió con comprensión. - Entiendo su determinación, mi señor Albert, pero también es importante cuidar de su salud. Debe descansar y permitir que su cuerpo se recupere. 

- Justo en ese momento, entrósu hija Eris, una niña de 12 años, rubia de pelo largo dorado y ojos azules, con una sonrisa inocente, irrumpió en la habitación, preocupada por su padre. 

- Padre, ¿por qué estáis tan abatido? - Preguntó Eris con voz suave mientras se acercaba a su cama. 

- El rey suspiró y acarició el cabello de su hija. "Es solo que el reino ha pasado por momentos difíciles, mi querida Eris. Pero no os preocupéis, vuestro padre hará todo lo posible para protegeros y asegurarse de que tengáis un futuro brillante. 

- Eris, mostrando una sonrisa maliciosa que desapareció al instante, asintió con entendimiento. - Padre, ¿por qué no solicitáis ayuda a los demás reinos? Tal vez puedan asistirnos en nuestra recuperación.

-El rey sonrió con ternura ante la sagacidad de su hija. - Sois una doncella muy inteligente, Eris. He intentado pedir ayuda a otros reinos, pero hasta ahora no hemos recibido respuesta. Pero no os preocupéis, seguiré buscando soluciones y luchando por nuestro reino. 

- Eris asintió con determinación. -Padre, si necesitáis ayuda, puedo asistiros. Aunque joven, puedo contribuir de alguna manera. 

- El rey se conmovió por la valentía de su hija y la abrazó con cariño. - Sois mi orgullo, Eris. Pero por ahora, quiero que os concentréis en ser una doncella feliz y en estudiar para convertiros en una gran líder en el futuro. 

- Eris asintió nuevamente 

- Albertno, un joven de porte alto y cabello oscuro, pero con penetrantes ojos azules, se presentó en la habitación del rey con la evidencia de que Eris había escapado mientras él estaba a cargo. La entrada de Albert fue seguida por un aire de incomodidad palpable, y el rey Albert, visiblemente molesto, lo recibió con una mirada severa. 

- ¡Albertno, eres un inútil! - Exclamó el rey, enfadado por el descuido que permitió la fuga de su hija. 

Albertno, con una expresión angustiada, bajó la cabeza y pidió disculpas al rey por su falla. Sabía que había cometido un grave error al no impedir la salida de Eris. 

En ese momento, Eris, apresuradamente sin esperar a que el rey hiciera algún comentario, se puso de pie y defendió a su guardaespaldas. 

- Padre, por favor, no trates así a mi hermano. No fue su culpa. Fui yo quien quiso verte y, como pude, me escabullí - dijo Eris, ocultando sutilmente su sonrisa maliciosa. 

El rey Albert, sin embargo, no estaba dispuesto a pasar por alto la relación de parentesco entre Albertno y Eris. Con tono despectivo. 

- Ese hombre no debería llamarse hermano ni hijo. Recuerda su lugar, hija; él es un mero bastardo. 

- A pesar de la crudeza de las palabras del rey Albert, Eris mantuvo su compostura. Con una sonrisa que escondía su verdadero sentir, le aseguró a su padre que Albertno no tenía la culpa y, con cierta malicia, se retiró de la sala junto con él. 

- Su majestad, permítame hablar sobre la progresión de su enfermedad. Está empeorando, y temo que necesitará más que medicinas comunes - advirtió Arthur con cautela. 

La expresión del rey Albertcambió, revelando una mezcla de preocupación y resignación. - ¿Qué propones, Arthur?

- Tengo un amigo, un mago de confianza, que podría ayudar a controlar la enfermedad. Podría traerlo en el futuro para evaluar y ofrecer posibles soluciones. 

- La tensión en la habitación aumentó ante la sugerencia. El rey Albert, consciente de las implicaciones políticas y su propia vulnerabilidad, ordenó con firmeza - Esto debe mantenerse en secreto. No quiero que nadie más lo sepa. 

- Arthur asintió con respeto, comprendiendo la gravedad de la situación. buscando cambiar el rumbo de la conversación, preguntó con cautela 

- Señor, ¿fue realmente necesario tratar así a Albertno? 

- El rey, con la mirada perdida en el horizonte, respondió con firmeza: "Es un bastardo, Arthur. Mi temor reside en que él gobierne este reino. Es común ver cómo los hermanos se enfrentan por el poder. He limitado la influencia de ambos hermanos menores; Frederick es quien debe gobernar. Construí todo mi poder basándome en él. 

- Mientras tanto, Frederick, el primogénito de 19 años, se encontraba en Sofía por asuntos diplomáticos. Su personalidad cautelosa y desafiante se reflejaba en sus ojos marrones, a diferencia del tono rubio compartido con su hermana. 

- Entiendo, su majestad - Asintió Arthur, aunque no pudo evitar preguntarse sobre la justicia en la forma de tratar al hijo bastardo. 

- El rey, con un toque de melancolía en su voz, confesó - Mi hija, hasta en su forma de hablar y actitudes son similares a mi esposa. Por eso la quiero proteger. 

- La mención de la difunta reina Selene llevó a Arthur a reflexionar. 

- Hablando de su majestad Selene, recuerdo que ella también pasó por lo mismo que usted. ¿Podría ser que tenga alguna conexión con su enfermedad? 

- El rey, tras la pregunta de Arthur sobre la posible conexión entre su enfermedad y los eventos pasados relacionados con la difunta reina Selene, quedó sumido en un silencio denso. Era como si las sombras del pasado se cerraran a su alrededor, arrojando un velo de misterio sobre sus pensamientos más profundos. 

En la penumbra de ese silencio, Arthur notó cómo la expresión del monarca se volvía más sombría. Sus ojos, antes firmes, reflejaban una mezcla de pesar y resignación. Parecía que la mención de Selene y sus propias luchas internas evocaba recuerdos que prefería mantener ocultos. 

La conexión entre la enfermedad actual y los eventos pasados quedaba en la penumbra, sin respuestas claras. El aire se cargó con la intriga, dejando a Arthur y a quienes presenciaban la escena con una sensación de incertidumbre sobre los secretos enterrados en la historia del rey. 

Mientras el rey permanecía inmerso en sus pensamientos, Albertno, en segundo plano, se convertía en una figura eclipsada por la sombra de la ilegitimidad y el desprecio real. Aunque su lealtad yace con la familia real, sus acciones y contribuciones quedaban oscurecidas por el estigma de su origen. Su presencia, marcada por la sombra del desprecio, donde las divisiones familiares y las luchas por el poder amenazaban con desentrañar el tejido mismo del reino. 

Mientras las sombras del pasado envolvían al rey en su silencio reflexivo, en otra parte del reino, la urgencia por restaurar la gloria de Ezisan impulsaba a Henry, Bertram y Kenric a buscar soluciones. En la sala de estrategia continuaban sus debates sobre cómo abordar la crisis del reino. La mesa estaba cubierta de mapas estratégicos y pergaminos que representaban los desafíos que enfrentaban. La luz titilante de las velas iluminaba sus rostros preocupados mientras discutían sobre alianzas y tácticas para contrarrestar la amenaza del Ducado de Aldous. 

Henry, con una expresión ceñuda, expresó su desconfianza hacia los reinos vecinos. - No podemos depender de nadie más que de nosotros mismos. Los demás reinos solo buscan su propio beneficio. Debemos encontrar una solución por nuestras propias manos - Declaró con firmeza. 

Bertram, tratando de mantener la paz entre los compañeros, intervino con prudencia - Caballeros, creo que deberíamos buscar aliados en otros reinos. Si encontramos a alguien dispuesto a ayudarnos, podríamos fortalecer nuestra posición y recuperar lo que hemos perdido - Su tono reflejaba la necesidad de un enfoque más diplomático. 

Kenric, un hombre de acción gruñó - No confío en nadie más que en la fuerza de nuestras espadas. Debemos tomar lo que es nuestro por la fuerza si es necesario. No podemos depender de promesas vacías. 

- Bertram, intentando conciliar las posturas, sugirió - Quizás una combinación de ambas estrategias sea la clave. Busquemos aliados, pero seamos cautelosos en quiénes confiamos. Juntos, podemos ser más fuertes. 

- Mientras tanto, en las sombras, Odo Dagger se deslizaba sigilosamente entre los barones, sembrando discordia y manipulando lealtades. En una oscura sala, se reunía con Henry, el barón orgulloso, fomentando su descontento y prometiéndole poder si se unía a su causa. 

Odo Dagger - Henry, has sido ignorado durante demasiado tiempo. El rey no aprecia tus tierras ni tu linaje. ¿No crees que es hora de reclamar lo que es tuyo? 

- Henry, influenciado por las maquinaciones de Dagger, respondió - Tienes razón, Odo. No podemos permitir que el rey siga menospreciándonos. ¿Qué propones? 

- Odo Dagger, con una sonrisa astuta - Una alianza estratégica. Juntos, podemos cambiar el rumbo del reino y asegurarnos de que nuestras tierras sean respetadas. Solo necesitas seguir mi guía. 

- De vuelta con Albertno, el hijo bastardo, y Eris, compartían un momento de complicidad mientras planeaban su siguiente movimiento. 

Eris - Albertno, necesitamos descubrir qué está sucediendo realmente en el reino. Algo no cuadra. 

- Albertno, consciente de las tensiones familiares, asintió - Tienes razón, Eris. Pero debemos tener cuidado. No todos en la corte son lo que parecen. 

- Mientras las conversaciones y conspiraciones se entrelazaban, el destino de Ezisan colgaba en el equilibrio de las decisiones que tomaría el rey, sin saber que las sombras de Odo Dagger amenazaban con desencadenar una guerra civil que cambiaría el curso de la historia del reino.


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