«Treinta, no. ¡Cuarenta mil!», pensó Noah mientras inspeccionaba el montón de Piedras del Alma.
Ningún cultivador de rango 7 en la etapa gaseosa podría tener acceso a esa cantidad de riqueza, pero ahora estaba justo frente a los ojos de Noah. Su consciencia también se expandió para estudiar la habitación, pero no encontró ningún peligro en el lugar.
El montón de Piedras del Alma era el verdadero botín protegido por el enjambre de marionetas, y ahora le pertenecía. Noah hizo caso omiso de su hombro herido para caminar hacia el mineral gris y almacenarlo dentro de su espacio separado.
«¿Cómo puede no ser esto una herencia?!», exclamó Noah en su mente.
Esa suma de dinero era inmensa para un cultivador de su nivel, pero no era nada para una existencia capaz de construir la Pirámide. Noah no podía entender el punto de esconder cuarenta mil Piedras del Alma. El creador no podía considerarlas valiosas.