Maldiciones y Trampas Mortales se cursaba en una cámara frigorífica que entumecía los huesos.
Las paredes, los escritorios y las sillas estaban hechos íntegramente de hielo.
A Sophie le pareció ver cuerpos enterrados en lo profundo del piso helado.
—¡Hace mucho frrrío! —dijo Hort, castañeteando los dientes.
—En el Salón de Torturas hace más calor —replicó lady Lesso.
Se oyeron alaridos de dolor en la mazmorra.
—Ya nnno sssiento tttanto frrrío—tartamudeó Hort, con la cara azul.
—El frío les endurece las venas —indicó lady Lesso—. Y les hace falta si una Lectora va primera en los desafíos —prosiguió.
— Yo que creí agradarte – respondió Sophie con una dulce sonrisa, mientras revoloteaba las pestañas.
Japeth y Adam sonrieron ante la broma, pero Aric estaba tenso como una cuerda de arco.
Sophie estaba segura de que había hielo más cálido que su expresión.
Mientras Lady Lesso se paseaba entre hileras de alumnos muertos de frío, resquebrajando el hielo con sus tacones de aguja, y la trenza negra golpeteando sobre el vestido púrpura con hombreras de punta.
— Aquí no enseñamos a ser crueles en forma injustificada.
Lastimar sin razón los convierte en bestias, no en villanos.
No, nuestra misión requiere concentración y cuidado.
En esta clase aprenderán a encontrar al Siempre que obstruye el camino hacia su objetivo.
Aquel que se fortalecerá mientras ustedes se debilitan.
Allí están, mis Nuncas, en algún lugar del bosque… sus archienemigos.
Cuando llegue el momento, los encontrarán y los destruirán.
Ese es el camino hacia la libertad.
Se oyó otro grito en el Salón de Torturas y lady Lesso sonrió.
—En otras clases podrán ser ineptos, pero no en mi clase. No habrá desafíos hasta que yo considere que son dignos.
Sophie no había oído nada de todo esto.
Seguía mirando de reojo al chico a su lado.
Suavemente, sin que nadie más lo advirtiera, se dejó caer un poco a un lado, de manera que su hombro tocará el de Aric.
El chico se tensó a un más si era posible, pero Sophie no se movió.
Tampoco volteo a verlo, no quería que Aric pensara que era lástima, solo se aseguraba de darle calor humano.
Sophie sintió como poco a poco se relajaba, hasta que en un punto dejo de sentir el hombro del chico contra el suyo.
Volteo y vio que estaba recostado de forma despreocupada contra la cilla, exhibiendo su clásica sonrisa.
Sophie le guiño un ojo y Aric le devolvió el guiño.
—Un archienemigo es su adversario —explicó lady Lesso, con un destello en sus ojos púrpura—. Su otra mitad. El otro lado de su alma. Su talón de Aquiles.
Sophie se obligó a prestar atención.
Después de todo, parecía que lo peor ya había pasado.
Al menos por hoy.
—Conocerán a sus archienemigos a través de los sueños —continuó lady Lesso, enardecida—. Un archienemigo rondará sus sueños, noche tras noche, hasta que no vean otra cosa que su rostro.
Soñar con sus archienemigos les hará congelar los corazones y hervirla sangre.
Hará que les rechinen los dientes y se arranquen el cabello.
En los sueños se resumirán todo su odio y todos sus miedos.
Lady Lesso arañó el escritorio de Hort con sus largas uñas rojas.
—Solo cuando sus archienemigos estén muertos, se sentirán satisfechos. Únicamente cuando sus archienemigos estén muertos se sentirán libres. ¡Cuando maten a sus archienemigos, el Nunca Más los recibirá para su gloria eterna!
La clase rio, entusiasmada.
—Claro que, dado el talento de este año, las puertas del Nunca Más no se abrirán pronto— miro a Hort de forma despectiva.
El chico se encogió en su asiento.
—¿Cómo encontramos a nuestros archienemigos? —Quiso saber Dot.
—¿Quién los elige? —preguntó Hester.
—¿Estarán en nuestra clase? —inquirió Ravan.
—Esas preguntas son prematuras. Solo los villanos más despreciables son bendecidos con sueños de archienemigos —explicó lady Lesso—. Primero deben preguntarse por qué los que ganan todas las competencias en esta escuela son los engreídos, estúpidos e insípidos Siempres, y cómo van a cambiar esa situación. —Lanzó una mirada ávida a Sophie.
Como dando a entender que, le gustara o no, la Lectora podía ser su única esperanza.
Aric, Japeth y Adam seguían a Sophie quien caminaba apresuradamente hacia un balcón.
La chica era increíblemente rápida.
En un par de minutos había dejado atrás la mazmorra de tortura y las aulas bajas.
Sophie llego ante un balcón y se asomó por este, como esperando ver algo terrible.
— ¿Qué sucede? - pregunto Japeth siendo el primero en llegar de los chicos.
— ¿Dónde está el incendio? - pregunto en broma Aric tras llegar.
Adam iba sujeto a su espalda, más que feliz por la carrera.
— ¿Hay un incendio? - pregunto el niño.
Parecía que quería ver el fuego.
— Espero que no, pero si lo hay será en la torre pureza – Contesto Sophie distraídamente.
— ¿Un incendio en la torre pureza? – pregunto una voz masculina tras ella.
— Por los peces de los deseos, Agatha es incapaz de pedir nada para sí misma – se quejó – lo más probable es que los libere y provoque una estampida de niños desesperados.
— Eso será entretenido – menciono la voz con burla.
— Si son solo los animales "buenos", pero si los nuestros se unen los príncipes intervendrán y esto será una masacre – se quejó recordando a la pobre gárgola del libro, o aún peor, al pobre niño de la película.
— Si eso pasa, tendré que intervenir – sonó la voz contrariada.
Sophie fruncido al ceño, como planeaba Japeth hacer algo para ayudar.
O una mejor pregunta seria ¿por qué lo haría?
Alejo la mirada de la torre para preguntar por la salud de su amigo cuando se encontró con los ojos azul hielo equivocados.
En lugar de Japeth, frente a ella se encontraba Rafal.
Parpadeo una vez aturdida por lo repentino de la aparición.
Aprovechándose de su estado indefenso, el malvado ser la ataco con una sonrisa de lado.
La pobre casi se desmalla allí mismo, pero dio un paso hacia atrás y se apoyó en el balcón.
— No sabía que eras vidente – comento divertido el director.
— Soy una caja de sorpresas – le devolvió la broma ya más repuesta.
Por la forma en que la miraba, era obvio que le gustaba su nuevo estilo de Súcubo.
De la nada Dot llego donde estaba Aric y Japeth detrás de Rafal.
Sophie vio como Aric sujetaba a Adam para que no la "rescatara" de Rafal.
El pequeño se veía tierno tratando de llegar a ella, a pesar de que Aric lo tenía sujeto por la camisa y no le dejaba avanzar.
Sophie fue hacia el niño, pero Dot la detuvo.
—¡Cancelaron las clases! Nadie nos dice por qué.
—¡Recibirán el almuerzo en sus habitaciones! —tronó el lobo blanco, mientras sus compañeros restallaban los látigos y conducían a los alumnos a sus torres.
A Sophie el corazón le dio un vuelco. —Pero ¿qué ocurre…?
De repente olió humo.
Sophie volvió al balcón y vio como sus peores temores se confirmaban.
Una torre del Bien se estaba incendiando.
Dot dio un grito ahogado.
—Pero, ¿quién pudo haber hecho algo tan…?
—Brillante—completó Hester, pasmada.
Pues bien, Agatha tenía la respuesta.