—¿Por qué regresó de repente? —se preguntaba Natalie en silencio.
—¿Olvidó algo? —continuaba con sus pensamientos.
—O, —se detuvo— ¿olvidé yo algo?
—¡Oh Dios mío…! —exclamó mentalmente, sin atreverse a voltear para ver a Lucas. Permaneció en su lugar, rezando porque esto fuera solo su imaginación y nada terrible o doloroso resultara de este encuentro.
Pero sus deseos se desmoronaron cuando la voz de Lucas resonó de nuevo, rompiendo el silencio. —¡Dios, él está aquí! —pensó ella con pánico.
—Dije, ¿a dónde vas con una maleta tan grande? —espetó Lucas Donovan, su voz ya no tan cortés como antes.
Estaba demasiado sorprendido al ver a su esposa arrastrar la maleta con enojo por primera vez desde que se casaron.
—¿Está furioso por lo que pasó anoche? —se preguntaba Lucas. —Esta mujer tonta y egoísta, ¿cómo se atreve a enojarse cuando yo estaba a punto de disculparme con ella?