—¡Dios! —gritó Kaori sosteniendo su pistola lejos de mi, al parecer sus reflejos eran buenos y la había alejado de mi en cuanto salté sobre él y se dio cuenta de que era yo— ¡¿por qué diablos usas un destornillador y una navaja suiza como armas de defensa personal?!
Buena pregunta, y solo yo sabía la respuesta.
—¡No es como si pudiera comprar una pistola! —le grité aun con adrenalina corriendo en mis venas.
—¡Estas loca! —me ofendió el desgraciado.
—¡Cuida tus palabras cuando me hablas, maldito infiel! —no puede contenerme, tenía que sacar a relucir sus defectos en esta discusión.
—¡¿Infiel?!, ¡no soy un infiel!
Estábamos a dos palabras de que lo abofeteara, pero Pedrito llegó para salvar el día.
—¡Dejen de gritarse, me provocan ansiedad los dos! —rugió Pedrito desde la puerta que ahora estaba abierta de par en par.
Su grito nos había dejado paralizados a los dos, como cuando tu madre te regaña a ti y a tu hermano por pelearse en la tienda por el único gansito que queda, claro, si tu madre mide casi dos metros y pesa tanto como un elefante bebé listo para asesinar a cualquiera que represente una amenaza para su cliente.
—Ok, relájate amiguto, solo estábamos teniendo una conversación y el tono se elevó un poco —trató de explicar Kaori.
Pedrito que ahora se notaba con menos ganas de asesinarnos a los dos, me quitó la navaja suiza y el destornillador, me jaló fuera de la casa sin decir una palabra y fue en ese momento que me di cuenta que no solo estábamos Kaori, Pedrito y yo en aquel lugar, había hombres vestidos de negro, jeans, camisetas, botas e incluso cinturones que sostenían pequeñas bolsas negras de ellos, parecía que estábamos a punto de hacer una redada.
—Sube al auto, te llevaremos con Darío, quiere hablar contigo —mi mente se transporto inmediatamente a los libros de mafiosos que solía leer cuando escuché a Pedrito decir aquello.
—Ella esta bien, no te preocupes vamos para allá —Kaori hablaba por teléfono, probablemente con Darío, el mensaje que le envíe segundos antes de que Kaori entrara en la casa tenía que haber provocado alguna reacción en Darío, pero aun así no tenía sentido, habían llegado antes incluso de que mandara en mensaje.
Estando de camino a casa de Marceline y Darío pude apreciar luces que nos seguían por las calles, definitivamente eran los hombres que habían estado fuera de la casa de Rafael, lo que me recordaba algo aun más importante, había encontrado evidencia importante en aquel lugar y debía decirle a Darío, el sabría que hacer con aquello.
Los autos que nos seguían se estacionaron calles antes de llegar a la casa, casi como si no quisieran que alguien dentro de la casa los viera, me parecía la cosa mas extraña del mundo, pero ahora no tenía tiempo de pensar en eso, debía de centrarme en lo que le diría a Darío, estaba segura de que él estaría tan enojado como para romperle la nariz al mismísimo papa si se lo ponían enfrente. Solo bastó con mirar a la casa para cambiar de opinión, sería mejor esperar a que se le pasara el coraje a Darío, mañana podría decirle lo que encontré.
Pedrito bajó del auto sin decir una palabra y entró en la casa.
—Vamos Alexis, baja ya —dijo Kaori después de abrirme la puerta esperando que bajara, ni siquiera lo miré, solo continué mirando la calle iluminada en tono ámbar.
—No quiero —susurré como niña pequeña.
—No me obligues a que te baje del maldito auto —Kaori estaba perdiendo la paciencia conmigo, si el pobre supiera que debería comenzar a construirse una personalidad más paciente que la de un monje tibetano, porque no estaba dispuesta a bajar.
—Llévame a casa, no quiero que Darío me grite —vi la desesperación en sus ojos, sabía que estaba a punto de hacer una locura.
—Esta bien, no te bajes —Kaori cerró la puerta de un golpe y caminó rápidamente hasta la casa.
Este era mi momento de huir, sabía que Darío vendría por mi en cuanto viera a Kaori entrar solo. Pero todo se fue al carajo, la puerta de la casa se abrió tan rápido que no tuve tiempo de poner un pie fuera del auto.
Darío se acercaba a mi como alma que lleva el diablo, ya no llevaba el cabestrillo y parecía como si nunca lo hubiese llevado, estaba a punto de incendiar el infierno, así de irracional parecía su ira desde donde lo veía acercándose.
—Darío, antes de que me grites o regañes, tengo una muy buena razón par... —Darío me alzó en sus brazos como saco de papas, parecía que el hombre no había recibido un disparo hace poco.
—¡Bájame, puedo explicarte porque estaba en la casa de Rafael! —grite tratando de aferrarme a su cintura por la parte de atrás, era demasiado incomodo, no era tan romántico desde este punto de vista como las novelas me lo habían hecho ver.
Darío no decía ni una palabra, él solo se limitaba a caminar con paso firme en dirección a su casa. La puerta de la entrada se abrió de golpe y aun estando de cabeza pude alzarme un poco para ver al publico que nos miraba expectante.
Román y Marceline estaban de pie frente a un sofá, parecía que se acababan de levantar, Erick estaba sentado en el sofá volviendo la cabeza hacia nosotros y justo enfrente de los dos susodichos antes mencionados, y para mi sorpresa, junto a Kaori, estaba mi hermana mirándome con los ojos muy abiertos desde la cocina.
¡¿Que diablos hacía Ana aquí?!
—¡Ana, por favor no le digas a mis papás! —grité estirando una mano a forma de suplica hacia ella, eso debió de ser una de las escenas mas lamentable de mi patética vida.
Darío no se detuvo ni un momento, siguió caminando hasta llegar al pasillo donde estaban las habitaciones, abrió la puerta que estaba frente a la de Marceline y entramos acompañados de un portazo se advertencia, "¡No se atrevan a molestarnos!", pudo haber gritado Darío segado por el enojo.
De repente Darío me dejó caer, ahora estaba acostada en su cama, rodeada de paredes llenas de papeles pegados a ellas, esto no era lo más romántico del mundo, pero era por completo nuestro estilo.
—¡¿Por qué diablos fuiste otra vez a la casa de Rafael?!, ¡sabes que es peligroso, hay un maldito psicópata matando a cualquiera que represente una amenaza para él! —Darío caminaba de un lado a otro frente a su cama—, ¡no sabes lo loco que me volvería si te perdiera!
Darío había entrado en estado de ebullición y estaba soltando todo lo que sentía, su confesión me partió el corazón, de solo pensar en Darío destrozado por mi muerte un nudo se formaba en mi pecho impidiéndome respirar.
—Lo siento, de verdad lo siento —dije lanzándome a sus brazos, metí la cabeza entre su cuello y hombro para dar le un pequeño beso, su calor era reconfortante y estaba segura de que podía escuchar como su corazón latía rápidamente—, solo quería saber porque asesinaron a mi amiga.
Los brazos de Darío pronto estuvieron alrededor de mi, como chaleco salvavidas, me mantenían a flote de entre todo el caos, desde ahora sabía que no había otro lugar en el cual refugiarme, sus brazos eran un mundo en calma, cálido y sin preocupaciones.
—Lo se, preciosa, lo se —su voz se notaba ronca y a parecía que estaba a punto de romperse, aun así el seguía siendo el hombre mas fuerte del mundo a mis ojos, claro, después de mi papá y sus habilidades mágicas de aparecer dinero de cualquier lugar.
Nos quedamos abrazados un rato, parecían segundos para mi, pero estaba segura de que había pasado más tiempo.
—Darío, encontré algo en la casa de Rafael —susurré en su oído quebrando el ambiente de paz que habíamos creado.
Aflojando su abrazo Darío me miró a los ojos con abatimiento, entendía que estuviera sorprendido por mis palabras, su mejor amigo, Kaori, probablemente una de las personas en que mas confiaba, había recorrido toda la casa en busca de respuestas y no había encontrado ninguna.
—¿Qué?, ¿que fue lo que encontraste?
—Cartas, de Rafael y su amante, por la conversación podría decir que la persona con la que hablaba Rafael es la responsable del asesinato de Kathe —le aseguré mostrándole las fotos que tomé de las cartas.
Darío tomó el teléfono y comenzó a leer alejándose de mi, parecía concentrado por completo en las cartas que había fotografiado, él estaba completamente inmerso en las pistas que encontré, definitivamente se esforzaba por encontrar al asesino de Kathe.
—¿Qué es lo que tu piensas de esto? —pidió mi opinión cuando terminó de leer.
—La persona que le escribió eso a Rafael suena como el tipo sádico con el que nadie se quiere encontrar, es como si quisiera mantener a su pareja cien por ciento controlada, es tan mala la relación que pareciera que quiere hacerle creer a Rafael que dos hombres saliendo no esta bien cuando en la actualidad es mal visto ser homofóbico, incluso mezcla la religión cuando menciona que es un pecado, eso es algo muy común en los psicópatas y podría ser incluso un factor importante en su modus operandi.
Darío me miró con una expresión poco común en su cara, una de sus pobladas cejas se elevó, y la sonrisa en su rostro parecía estar jugando conmigo, como tratando de retarme a que siguiese hablando de lo que claramente no sabía.
—Parece ser que alguien aquí sabe como crear un perfil criminal, la pregunta es, ¿desde cuando mi chica aprendió el tecnicismo? —Darío inclinó la cabeza hacia un lado y amplió aun mas su sonrisa.
—He estado viendo documentales de crimen real, y he visto entrevistas a asesinos en serie, aun así no creo ser buena descifrando al tipo de psicópata que asesinó a mi amiga.
—Ere muy buena, mejor que muchos estudiantes de criminológica, debes empezar a confiar mas en ti —dijo dándome un beso en la frente para después devolverme el teléfono—, ¿podrías mandarme las foto? Quiero agregarlas al muro de la fama.
Su muro de la fama tenía toda la información que Marceline y yo habíamos recaudado en todo este tiempo, desde las fotos de Kathe y Erick con la amenaza incluida a un lado, hasta una clara transcripción de la grabación que habíamos hecho a Salvador, al igual que la que hicimos a Fernando con ayuda de su hermano.
Mis ojos pasearon más de lo necesario en aquella pared llevándome a algo que no quería ver, el informe de autopsia practicado al cuerpo de Kathe, un diagrama representativo del cuerpo humano señalado con rojo en distintos puntos, sabía que esas marcas rojas eran claros puntos de daño en un cadáver, y aquel diagrama me hacia pensar en cuan violenta había sido su muerte, desde la cabeza a los pies había tinta en cada extremidad.
—Debí quitar eso de ahí —mencionó Darío acercándose a aquella hoja de papel en la pared.
—No, deja la ahí, es un buen recordatorio de a que tipo de monstruo nos enfrentamos —mis ojos no se movieron de aquel lugar en el muro de la fama.
Todo aquello en la pared debía decirnos quien había acabado con la vida de mi amiga, sabía que en alguna parte había una pista que nos llevaría a él, solo necesitábamos analizar toda la información junta.
Un golpe en la puerta me recordó que ahí afuera había una multitud esperando a que les diese una explicación de mis actos, admito que había actuado como una idiota otra vez, pero ahora teníamos mas pistas gracias a eso, solo quedaba mantenerme alejada del peligro, volver a hacer de manera consiente lo que hoy hice sería como dejar en el olvido lo que le había sucedido a Kathe, el peligro era tan real como la perdida de mi amiga.
—¡Alexis, sal de ahí ahora mismo! —mi hermana sonaba muy enojada, no me sorprendía que hubiese venido hasta casa de Marceline sin importarle que Kaori estuviera aquí, su ira la hacía dejar de pensar y comenzar a actuar más rápido de lo recomendado.—¡Tenemos que hablar, ya!
Abrí la puerta como un cachorro con la cola entre las patas.
—Hola, Ana, que rápido despertaste, creí que dormirías toda la noche como un bebé —dije tratando de aminorar la ira de mi hermana, no había probabilidades de que funcionara, pero el intento se hacía—, ahora podemos ir a casa para que sigas con esa siesta de princesa que dejaste a medias.
Dí un paso hacia adelante y traté de guiar a mi hermana a la salida, pero Ana era Ana, y eso simplemente no funcionó, la chica se zafó de mi intento de agarre para comenzar a regañarme como la correcta hermana mayor que era.
—Nada de ir a casa hasta que me expliques que carajos estas haciendo —estaba a punto de contestar con un chiste, pero la cara de mi hermana me decía que bromear con ella ahora solo me llevaría al apocalipsis, así que mi mejor opción era intentar explicarle lo que estaba ocurriendo.
—Esta bien, pero creo que sería mejor que te sentaras, es una larga historia —le informé con un suspiro.
Cuando Ana estuvo sentada en la sala de mi mejor amiga procedí a contarle todo, desde la noche de la muerte de Kathe, Marceline y yo investigando lo que podíamos sobre todo lo que no conocíamos de Kathe, incluso le conté sobre mi pequeña estadía en la cárcel del pueblo y de como estaba sorprendida de que nadie se enterara de lo acontecido, y por nadie me refería a mis padres, por ultimo le hablé de lo que había descubierto esta noche.
—Eres un peligro para ti misma, y al parecer los adultos que saben de esto son unos irresponsables por no impedirte meterte en una situación que podría poner en riesgo tu vida —dijo Ana mirando mal a Darío y Kaori.
—Por favor Ana, tu harías lo mismo si algo le pasara a Tony —Tony era el mejor amigo de Ana desde la preparatoria, los dos eran como hermanos y siempre estaban ahí el uno para el otro, ahora mismo Tony estaba en Europa siendo un alma libre y viajando por el mundo.
—No se trata de lo que haría o no por Tony, esto es sobre como has estado tratando de atrapar a un asesino, es peligroso y ahora mismo podría estar persiguiéndote para acabar contigo como lo hizo con Kathe —yo mas que nadie sabía que aquel psicópata podría estar detrás de mi ahora mismo, pero eso no me impediría encontrarlo y hacer justicia a mi amiga de alguna manera, incluso si esa justicia significaba que no tuviera manera de enviarlo a la cárcel.
—¿Y tu no harías lo mismo para encontrar a la persona que acabó con la vida de tu amigo?, ¿acaso no sentirías rabia de ver como un maldito loco acaba por completo con los sueños de una persona a la que quieres un mantón? —Ana me miraba con preocupación, ya no era enojo lo que su cara irradiaba.
—No, yo no haría tal cosa, para eso existe la policía —el enojo volvió.
—Pues eres muy inocente si crees que la policía hará algo, estoy segura de que ellos saben quien asesinó a Kathe, o al menos tienen idea de quien fue.
Ana no me miró a la cara, tomó su teléfono de la bolsa que traía con ella y dijo con voz cansada:
—Llamaré a mis padres si no dejas esta tontería de lado, sé que es lo que intentas hacer, y sé que debes sentirte desesperada por lo que le ocurrió a Kathe, pero no puedes hacer algo tan peligroso, yo solo me estoy preocupando por mi hermana, la chica que aun sigue viva y corre peligro.
Sus palabras se estrellaron de frente con mi corazón y me pusieron en el lugar de mi hermana, yo haría lo mismo que ella estaba haciendo si un asesino la estuviera rondando. La situación era una mierda, nadie en el mundo debería pasar por lo que nosotras estábamos pasando.
—Ana, ¿podemos hablar antes de que te vayas? —por un segundo creí que era Kaori quien había dicho aquello, pero no, era Darío con una cara de seriedad pegada a su ser.
Ana dudó por un minuto.
—Que sea rápido —bufó mi hermana caminando hacia la cocina.
Cuando los dos desaparecieron de nuestra vista todos me bombardearon con preguntas.
—¿En donde carajos te metiste? —me preguntó Marceline.
—Encontré algo en la casa que Rafael rentaba.
—¿No estuvieron ahí antes y no encontraron nada? —preguntó Román confundido.
—Rafael fue listo al esconder las cartas que encontré, son demasiado comprometedoras para que cualquiera las vea, eran cartas con su amante, y puedo decir que su amante es del tipo que controla todo en una relación, incluso los sentimientos de su pareja después de ser le infiel y restregárselo en la cara —dije al recordar donde había encontrado las cartas y como habían sido escondidas para evitar ser encontradas por cualquiera mínimamente curioso.
—¿De que carajos están hablando?, no entiendo nada, yo solo venía a preguntarle a Marceline quien carajos era Rafael y por que salieron tan rápido de la escuela hoy —casi olvidaba de Erick estaba aquí también, el chico no había hablado para nada desde que llegué, probablemente pensaba que todos aquí estábamos locos, mejor si era así, se alejaría y no terminaría involucrado en todo este enredo.
—Estamos investigando la muerte de Kathe, y si dices algo a alguien sobre lo que estamos haciendo, enviaré a los amigos de ese tipo —lo amenacé apuntando a Pedrito quien comía tranquilamente una manzana sentado al otro lado de la habitación—, y a los primos Yakuza de ese cretino —apunté a Kaori quien estaba sentado en un sillón con los brazos cruzados dejando ver los tatuajes que resaltaban en su pálida piel.
—Quiero lo mismo que ustedes, que atrapen al responsable de la muerte de Kathe, ella era una buena chica, se que cometía errores y actuaba de manera impulsiva, pero la quería, era dulce y yo de verdad le importaba —por alguna razón le creía a Erick, y no era por lo que me decía, era por lo que veía a través de sus ojos.
—El tiempo que estuvimos juntos sentí que al fin había alguien que se preocupaba por mi, terminé con ella porque sabía que lo que yo sentía no era lo mismo que ella sentía por mi, ella me amaba y yo solo la quería porque me daba la importancia que nadie mas me daba, no era justo para ella, se merecía a alguien que la amara tanto como ella me amaba.
El corazón se me derretía, Erick no era la persona que yo pensaba, aunque él no lo viera, él era alguien que se merecía todo el afecto que Kathe le tenía.
—Es un alivio que no quieras decirle a nadie sobre lo que estamos tratando de hacer, pero apreciaría que te mantuvieras alejado de todo esto, ya somos muchos los que corremos peligro, y saber mas sobre lo que esta ocurriendo te podría meter en problemas.
Erick asintió pensativo.
—Gracias por dejarme saber que la muerte de Kathe no quedará impune, realmente lo aprecio, me tengo que ir, creo que solo estoy interviniendo.
Erick se fue sin decir mucho mas, subió en su auto, auto que no había visto al llegar, y se fue.
—Entonces, ¿que encontraste en la casa de Rafael? —preguntó Marceline.
Les mostré las fotos de las cartas a todos, incluso a Pedrito, estaba segura de que él tenía experiencia en este tipo de circunstancias.
—El asesino es un varón de dinero, con conexiones políticas lo suficientemente grandes como para no ser arrestado por asesinato, bisexual u homosexual, pero aun así homofóbico, no podemos definir una edad exacta pero por la manera en la que se refería Rafael a él debe de tener entre 30 o 50 años, probablemente tiene un carácter dominante al menos eso con sus parejas sentimentales —recité frente a Kaori, Román, Marceline y Pedrito.
—Por la foto de Erick y Kathe que encontraste en la habitación de Kathe, es seguro que el asesino es dominante y posesivo, según el ex novio de Kathe, ellos terminaron mucho antes de que Kathe comenzara a salir con Erick, por lo tanto el tipo con el que se la vio fue la razón de la ruptura y el principal sospechoso, en cuanto a Rafael, es seguro de que el era el amante del asesino de Kathe, debido al carácter del asesino y el muy evidente talento para manipular gente, hay muchas probabilidades de que Rafael estuviera involucrado en la muerte de Kathe y todo lo hiciera por complacer a su amante —dijo Marceline siguiendo el hilo de mi teoría.
—Necesitamos saber todo acerca de Rafael si queremos saber quien mató a Kathe —comentó Kaori enderezándose en el sillón en el que casi había estado acostado—, si el chico estaba involucrado con un político de las altas esferas, es lógico que no encontraré nada en la base de datos de la policía y su historial estará limpio.
—¿Y ahora que hacemos? Rafael está muerto y no podemos hacer hablar a un muerto, no a menos de que alguno tenga una ouija —cansada me derrumbé en un sillón.
—No tenemos una ouija para hablar con el muerto, pero si podemos hablar con las personas que siguen vivas y lo conocieron —habló Pedrito después de terminar de comerse su manzana.
—El grandote tiene razón, sería mas sencillo si vamos a hablar con la familia de Rafael y los que lo conocieron —Kaori tenía un punto, solo podríamos saber quien era la persona detrás de Rafael si íbamos hasta las raíces de Rafael, podía intuir que su amante era el responsable de su muerte, y también creía que los dos tenían una historia que trascendía al lugar donde se habían conocido.
—Nos vamos —habló Ana apareciendo silenciosamente en la sala.
—Ana, se que estas enojada pero ...
—Mis padres no se enterarán de esto si nos vamos ya, y no trates de negociar, tómalo o déjalo —era imposible tratar de convencerla de que me dejara quedarme un poco más, no lograría nada.
—Esta bien, vamos —dije levantándome de donde estaba para ir junto a ella.
Me despedí de Marceline y Román asegurándoles que les enviaría un mensaje para contarles todo lo que me faltaba decirles.
—Llámame cuando llegues a casa —me pidió Darío dándome un pequeño beso en la frente de despedida.
—Si, no te preocupes, todo estará bien —le prometí recordando lo loco que se había vuelto cuando me llevó hasta su habitación.
En menos de lo que canta un gallo Kaori ya estaba en la puerta de la entrada, mi hermana quien iba por delante se detuvo en seco al verlo ahí parado.
Kaori dio un paso adelante y acercándose de mas a mi hermana le susurró algo al oído.
Creí que Ana lo golpearía, un rodillazo o una cachetada por lo menos, pero no lo hizo, se quedó muy quieta y cuando Kaori se alejó de ella para abrirnos la puerta Ana prácticamente corrió a la calle. ¿Que le había dicho Kaori a Ana para ponerla así de nerviosa?, no tenía ni idea, pero ahora quería saberlo todo con detalle.