Mis manos sudaban, y mi mente estaba enfocada en crear excusas a diestra y siniestra, sabía que en cuanto llegara Darío a recogernos, Marceline y yo estaríamos en problemas, otra vez, era inevitable cuando nosotros evitábamos hacer lo que nos decían que hiciéramos, porque después de todo seguíamos siendo adolescentes rebeldes.
—¿Estas así de nerviosa solo porque Darío nos va a dar otro de sus sermones? —preguntó Marceline con los brazos cruzados como de costumbre, era normal en su postura aquel ademán.
—No. Bueno, quizás un poco. Esta bien, si, estoy nerviosa por la reacción que Darío tendrá, ¿que pasa si cumple su promesa y le cuenta a nuestros padres? —la mirada de mi amiga cambió, ahora con mi idea instalada en su cabeza, ella podía comenzar a tener el mismo tipo de temor y nerviosismo que yo estaba teniendo.
El auto de Darío se estacionó en el lugar en el que había estado Erick y Sofía anteriormente en el mirador, así es, los idiotas de Sofía y Erick nos habían dejado aquí, la desesperación, después de llamar a Román y que no nos contestara, nos consumió y no tuvimos mas alternativas que llamar a Darío para que viniera por nosotras.
Marceline y yo nos quedamos viendo el auto de Darío sin acercarnos mucho, como si el auto en cuestión estuviera maldito, o incluso lleno de radiactividad invisible pero temible.
Darío bajó la ventana del auto, y sin quitar la mirada del parabrisas frente a él, dijo:
—Suban al auto ahora —parecía calmado por el tono de voz que utilizó, incluso por un segundo creí ingenuamente que no nos diría nada, o que incluso no sospechaba por que estábamos ahí, pero pronto descubriríamos que si sabía que hacíamos ahí.
Marceline dio la vuelta al auto y subió rápidamente, en cambio yo me tomé mi tiempo y abrí lentamente la puerta de atrás de Darío, cuando subí vi una carpeta justo en el lugar detrás del copiloto, no pude ver mucho ya que Darío se giró en su asiento para tomarla, su cara volvía a estar cerca de mi, su mirada se cruzó con la mía y eso casi hace estallar mi corazón, incluso sentí el olor de su perfume al que poco a poco me estaba acostumbrando, volví a la tierra desde mi mundo gobernado por los ojos de Darío solo para darme cuenta de que había dejado de respirar por unos pocos segundos.
—Vi a Erick Mausan conduciendo de regreso al pueblo, y estoy seguro de que sé lo que ustedes dos estaban haciendo aquí —dijo Darío sin mirarnos, ni a Marceline, ni a mi de nuevo.
Señor justicia, no me castigues privándome de esa mirada hipnotizante que me deja aturdida y en estado de éxtasis.
-—Teníamos que venir, era nuestra oportunidad para averiguar que era lo que tenía tan nerviosos y alerta a Sofía y Erick —nos defendió Marceline con aparente desesperación.
—Teníamos un trato, ustedes no harían nada sin avisarme, incluso venir aquí a hablar con ellos podría ser peligroso. No parece que las dos estén al tanto de que un asesino en libertad las haya amenazado, y probablemente también las esté siguiendo —para mi sorpresa, Darío no parecía enojado, sino preocupado.
—Mira el lado bueno —me atreví a hablar después de saberme en terreno seguro—, no nos ocurrió nada malo, y obtuvimos información que podría ser de ayuda para la investigación.
Darío miró a Marceline, y después a mi por el retrovisor.
—¿Que fue lo que les dijeron? —preguntó casi con vergüenza Darío.
—Fernando estafó a Kathe. Kathe le pagó para que siguiera a su padre, pero Fernando no hizo mas que quedarse con el dinero, Erick nos dijo que la noche de la fiesta Fernando no estaba sobrio, y que lo había visto en la hacienda antes de comenzar la fiesta. Erick y Sofía sospechan de que le pudo hacer algo a Kathe porque saben que se pone violento bajo el efecto de sustancias ilegales, sabiendo esto y teniendo en cuenta un conflicto como lo tenían Fernando y Kathe, es fácil deducir que una pelea esa noche pudo terminar en la muerte de Kathe —Marceline hablaba muy rápido cuando tenía algo que decir, y este había sido otro claro ejemplo de eso.
Silencio invadió el auto, parecía que Darío estaba procesando todo lo que Marceline había soltado como una bomba.
Un minuto mas pasó.
—¿Ustedes creen que Fernando asesinó a Kathe? —de repente nos preguntó Darío.
No hubo respuesta de mi parte, no sabía en que creer, Marceline pensaba igual que yo.
—No lo sé, pero creo que deberíamos observarlo de cerca, hay cosas que no encajan, como la foto con la amenaza hacia Kathe.
—Bueno, eso lo investigaré yo —Darío se asignó la tarea a si mismo, y sin más que decir encendió el auto.
Justo cuando íbamos de regreso al pueblo mi teléfono sonó, Rafael me tomó por sorpresa, había desaparecido y de repente llamaba sin previo aviso. Conteste sin basilar.
—Hola, Alexis —dijo en cuanto acepté su llamada—. Perdón por no llamar ni contestar tus mensajes, tuve que salir de imprevisto del pueblo y no había señal donde estaba.
—Hola, no te preocupes, lo entiendo por completo, solo estaba preocupada de que te hubiese ocurrido algo, me alegra oírte de nuevo —fui sincera y no cuestioné lo que me decía.
—Extrañé nuestras charlas, deberíamos ir a cenar —su invitación me dejó muda, no me había invitado a salir antes.
—Claro, ¿te parece bien mañana? —vacilé tímida al teléfono.
—Si, me parece perfecto, paso por ti mañana a las 7.
—Te veo mañana, adiós —me despedí y colgué.
Cuando miré hacia adelante Marceline se había dado la vuelta para verme con una entusiasta sonrisa y ojos muy grandes.
—Era Rafael, ¿verdad? —canturreó. No me quedó mas que asentir y sonrojarme.
Marceline no se contuvo y comenzó a hablar como si su hermano no estuviera ahí.
—Ese chico es extraño, desaparece por un par de días, y cuando regresa va con todo invitándote a salir —parloteó mi amiga siendo la que más estaba al tanto de todo lo que sucedía con Rafael.
Sin esperarlo, Darío interrumpió nuestra conversación, parecía estar incomodo mientras conducía y nos escuchaba hablar de chicos.
—No creo que sea buena idea que salgan con gente poco confiable, ya saben, solo por evitar a un asesino —soltó con la mandíbula tensa mirando la carretera.
Marceline lo miró extrañada, y después me miró a mi.
—Oh vamos Darío, así será mas romántico para Rafael y Alexis, él la protegerá mientras pasean tomado de las manos —habló Marceline, definitivamente se estaba vengando de mi por todos los comentarios que hice de ella y Román—, ¿no es así, Alexis?.
Sin mirar adelante sentí una mirada pesada, definitivamente no de mi amiga, así que la única escapatoria que encontré fue cambiar de tema.
—¿Lavaste los asientos del auto? Se sienten mas suaves al tacto —me hice la tonta tocando los asientos como si fuesen la cosa mas interesante del mundo por hacer en ese preciso momento.
—No, no lavé nada —bufó Darío en voz baja pero temible, ¿estaba enojado por qué iba a salir de noche con un chico? ¿a caso era solo por el psicópata que nos asechaba o era algo mas?
Sin querer dirigí mi mirada al retrovisor, solo para encontrarme con la intensa mirada de Darío, podía notar como el color café de sus ojos se hacia cada vez mas intenso, sus cejas casi se juntaban gracias a su ceño fruncido, cualquiera se sentiría intimidado por aquella mirada, pero yo sentía lo contrario, me atraía como la luz a una polilla.
Mi lado rebelde me hizo levantar las dos cejas rentándolo, quería demostrarle que su mirada no me intimidaba. Su respuesta solo fue mirar hacia adelante, pero no desistía en su intento por intimidarme, todo el camino a casa su mirada iba y venía del camino al retrovisor para verme, actitud que fue acompañada de un gran silencio ya que de repente Marceline estaba muy concentrada en su teléfono.
—Tengo que ir a la estación de policías, te dejaré en casa y seguiré de largo al pueblo —le dijo a Marceline cuando estábamos casi en la casa de los hermanos Caruso—, luego te llevaré a casa, Alexis.
Sus palabras no podían ponerme mas nerviosa, me quedaría a solas con él después de acordar salir con otro chico justo en la parte trasera de su coche, la situación iba a ser increíblemente incomoda por el tipo de miradas que ya nos habíamos estado lanzando el uno al otro.
—Esta bien —estuvo de acuerdo Marceline con su hermano—. Llámame cuando estés en tu casa, Alexis, quiero saber que te pondrás para salir con Rafael.
¿Desde cuando le interesaba a Marceline la ropa que usaría para una cita? Esto no era para nada normal, si ella no hubiese salido tan rápido del auto le hubiese preguntado que si se sentía bien.
—¿Te vas a quedar ahí atrás? —me preguntó Darío cuando me quedé estática en el asiento trasero después de que Marceline entró en su casa— ¿De la nada te pusiste tímida?
Su comentario sobre timidez me hizo abrir la boca para pelear con él.
—¿A que te refieres con tímida? —me crucé de brezos lanzándole una daga en forma de mirada a través del retrovisor.
Un sonrisa y una risa ronca me hicieron entrecerrar los ojos a forma de amenaza.
—Me refiero a que te comportas como un león cazando su cena cuando se trata de investigar un asesinato, pero cuando se trata de sentarte aquí enfrente conmigo después de aceptar salir con un mocoso, pareces un dulce gatito corriendo a esconderse —con su comentario, Darío solo me confirmó que no le había pasado inadvertida mi próxima cita con Rafael, estaba segura de que no solo lo había notado, sino que le había molestado.
—No sé de que me hablas, estaba tan perdida pensando en que me pondré en mi cita para verme bonita, que olvidé por completo que Marceline ya se había bajado del auto —mi contraataque había hecho a Darío mover la cabeza negando mientras una risa fría y forzada me dejaban atónita, ¿que le causaba gracia?
—Ambos sabemos que no estabas pensando específicamente en que ropa te hace ver bonita —desde donde estaba podía ver a la perfección la mandíbula de Darío tensarse—. Entonces, ¿te quedarás ahí atrás?
Quedarme en el asiento trasero era como darle la razón, admitir que me intimidaba la situación, y yo como la persona orgullosa que soy, jamas permitiría que eso sucediera. Bajé del auto para sentarme en la parte de adelante junto a Darío, y cuando puso el auto en marcha sin decir otra palabra me relajé.
A un par de cuadras de distancia de mi casa creí que ya estaba a salvo, pero me precipité con mis pensamientos, Darío aun tenía la rapidez y la astucia para seguir poniéndome nerviosa con la situación.
—Llegamos —como si no me hubiese dado cuanta—. Procura regresar mañana por la noche a casa también, no me hagas tener que ir a salvarte de un asesino o de un imbécil con nombre de tortuga ninja.
Ahora si, Darío había cruzado la linea.
—¿Es en serio?, ¿ni siquiera conoces a Rafael y ya lo consideras un imbécil? —estaba celoso o loco, de eso no había ni una duda—. Neurótico.
Creo que toqué una fibra sensible, ya que Darío estacionó el auto frente a una pequeña tienda antes de llegar a mi casa, bloqueó las puertas del auto con un movimiento de mano, ahora estábamos encerrados los dos en el auto.
—Abre la puerta —le ordené conteniendo mi mal humor, no quería pelear con él, y menos cuando en la tienda de enfrente había un señor mirando con curiosidad ya que no bajábamos del auto.
—Mira Alexis, tal vez pienses que no es peligroso salir con chicos al azar, pero en este momento si que lo es, no lo conoces y ahora mismo hay una asesino por ahí tratando de detenernos para que no lo encontremos, y tal vez él no sea el asesino, pero tampoco quiere decir que el homicida de tu amiga se tomará un día de descanso solo porque tu saliste en una cita —ni siquiera estaba mirando a Darío, mi mirada estaba centrada en el parabrisas de su auto, solo lo escuchaba hablar y maldecía en mi cabeza porque tenía razón.
—Solo es una cena, no ocurrirá nada, voy a ir y regresar rápido a casa —dije tranquilizándolo y convenciéndome internamente de que así sucedería todo.
—Dame tu teléfono —dijo de repente.
—¿Para que? —pregunté mientras lo sacaba y se lo daba, para nada inteligente de mi parte ya que no había contestado mi pregunta.
Tecleó algo y después su teléfono comenzó a sonar, fue la manera mas extraña que había visto de conseguir el número de teléfono de una chica sin siquiera pedircelo.
—Contestarás todas mis llamadas, y si ves algo, por mas mínimamente extraño que sea, me llamarás —era como si me estuviera dando ordenes o como si mi padre estuviera dándome permiso para ir a una fiesta después de horas de rogarle. Darío volvió a encender el auto y me dejó en la puerta de mi casa, se fue tan rápido como llegamos.
Al día siguiente y después de clases estaba tan nerviosa por salir con Rafael que no paraba de dar vueltas de un lado a otro en mi habitación buscando aretes que ya tenía puestos y preocupándome de sobre manera por mi cabello, me tomé fotos y se las envíe a Marceline para que me diera su punto de vista, después de que recibí su aprobación en forma de mensaje, poco después Rafael me llamó para decirme que estaba afuera de mi casa.
Cuando subí a su auto recibí un par de halagos de su parte, y una disculpa por no haberme llamado los días anteriores.
—No tienes por que disculparte, estabas ocupado y evidentemente en un lugar que solo tiene como medio de comunicación señales de humo —me burlé para hacerle saber que no estaba enojada por su ausencia.
—No sabes cuanto me alivia que no estés molesta por eso —si hubiese estado enojada lo mas mínimo con él, ni siquiera hubiese aceptado salir con él, las excusas no hubiesen faltado para no verlo, después de todo no eramos nada y Darío me había hecho darme cuenta de lo que era que te gustara alguien de verdad—, y ¿que es lo que quieres hacer?, podemos ir al cine y después cenar.
Después de semanas de jugar al detective, ir a ver una película y cenar con un chico que no tenía nada que ver con todo lo malo que estaba sucediendo en mi vida era de lo mas relajante.
Fuimos al pueblo de al lado, donde si había cine, vimos una película de acción con Tom Cruise esquivando balas y fondos de explosiones persiguiéndolo a donde iba.
—Deberíamos cenar aquí antes de regresar —sugirió Rafael refiriéndose a no regresar a nuestro pequeño pueblo donde apenas había un restaurante y una cafetería.
Acepté su propuesta y fuimos a cenar al primer restaurante que vimos, ordenamos nuestra comida, y mientras esperábamos por ella comenzamos a hablar sobre banalidades.
—¿Y que estuviste haciendo mientras yo desaparecí? —preguntó Rafael mientras jugaba con una servilleta.
—No mucho, tareas, ir a la casa de Marceline para ver películas, nada fuera de lo normal —si algo quería era dejar fuera a Rafael de la investigación de la muerte de mi amiga, él podía ser mi pequeño escape, con él podría hablar de cualquier otra cosa que no fuesen asesinos.
—¿Y no te ha seguido acosando el imbécil de tu ex? —su pregunta me tomó por sorpresa, para ser sincera ya no pensaba en Daniel, había tantas otras cosas importantes que lo había olvidado por completo.
—No, ya no lo he visto, creo que entendió que no quiero verlo —murmuré encogiéndome de hombros.
Mi teléfono comenzó a vibrar, alguien estaba llamando, probablemente mi madre para saber si todo estaba bien, lo saqué de mi bolsa y vi el nombre de Darío en mi pantalla, ¿por que me llamaba justo ahora? justo cuando había dejado de pensar en él, se que se escucha mal decir que estaba pensando en él cuando estaba cenando con otro chico, pero era la verdad, no me sacaba de la cabeza a Darío desde que salí de mi casa.
—Deberías contestar —dijo Rafael cuando me quedé viendo el teléfono por unos segundo sin mover un dedo o hacer ademán de contestar.
—Solo es Marceline, probablemente quiere que le pase alguna tarea, le enviaré un mensaje para decirle que no estoy en casa —si fuese pinocho, mi nariz ya le habría sacado un ojo a Rafael, para empezar Marceline era la que me pasaba tareas a mi, ella sabía que estaba en una cita con Rafael, y la mas grande de todas mis mentiras, la persona que llamaba para nada era Marceline, era su sexy hermano.
"Si llamabas para preguntar si todo esta bien, si, todo esta bien"
"No me llames si no es para decirme que encontraron al asesino de Kathe"
Después de enviar aquellos mensajes volví a meter mi teléfono en mi bolsa y traté de concentrarme en Rafael para redimir todas mis mentiras.
—Listo, ya le dije que no estoy en casa —le informé pensando inocentemente que dos mensajes detendrían a Darío— ¿Y como se llamaba el lugar donde estuviste recluido de la civilización?
Intenté romper el hielo. Rafael se rio con mi comentario, y justo cuando estaba a punto de contestar mi pregunta mi teléfono volvió a sonar. Maldito seas Darío si eres tu otra vez llamando.
Rafael miró mi bolsa esperando a que contestara, pero yo ni siquiera la volteé a ver, aunque no me sacaba a Darío de la cabeza no quería hablar con él ahora mismo, no cuando estaba tratando de prestarle atención a Rafael.
—Parece que algo sucedió, deberías contestar —dijo Rafael siendo ajeno a lo que de verdad estaba sucediendo.
Me quedé quieta, como si pudiera evitar contestar el teléfono así, pero la mirada inquisitiva de Rafael me lo hacía imposible. Metí de nuevo mi mano a la bolsa y saqué mi teléfono.
—Solo será un segundo —le prometí levantándome de la mesa y caminando hacia la puerta del restaurante, Darío tenía muchas cosas que oír de mi, mas le valía tener algo bueno que decir.
—Hola —contesté llena de paciencia después de tomar una gran bocanada de aire.
—Hola, ¿como te va en tu cita? —fueron las primeras palabras de Darío a través del teléfono.
—Más te vale que sea algo importante Darío, estoy un poco ocupada ahora, solo dime lo que sea que tengas que decirme —lo apresuré a hablar golpeando mi pie contra el suelo con desesperación.
Silencio. No dijo nada.
—Tiene que ser una broma, me llamas solo para molestar ¿verdad? —no quería gritarle, pero su actitud lo ameritaba.
—Teníamos un trato, tu contestabas en cualquier momento de la noche en el que te llamara, ahora mismo podrías haber estado en problemas y una llamada mía te hubiese salvado la vida —la excusa de Darío sobrevolaba la irracionalidad, casi parecía una burla a mi inteligencia.
—Darío —dije cerrando los ojos para encontrar paciencia en lo mas profundo de mi ser—. Estoy bien, si me encuentro con algún asesino te llamo, me estas arruinando la noche, así que colgaré y no vuelvas a llamar, solo envíame un mensaje si es verdaderamente importante, adiós.
No le di tiempo a decir ni una sola palabra mas y colgué, entré en el restaurante para encontrarme a Rafael con dos platos de comida frente a él, me sentí mal al instante, lo había dejado de lado gracias a una mala broma de parte de Darío. Silencie mi teléfono y volví a sentarme con Rafael.
—Lo siento, Marceline se pone muy pesada cuando se trata de tarea —mentí de nuevo, ya era algo que comenzaba a volverse natural en mi desde hace un tiempo.
—No te preocupes, algunas personas son así de aplicadas, y mas cuando tienen un gran interés en cierto tema o persona —parecía de lo mas peculiar con aquel comentario, pero no le presté mucha atención y me enfoque en mi comida, y en cualquier otro tema que saliera a la superficie.
Cuando terminé con mi ensalada me dispuse a ir al baño, mi nerviosismo después de la llamada de Darío me había hecho beber mucha agua, entré en el pequeño baño del restaurante y cuando terminé de satisfacer una de mis múltiples necesidades biológicas, salí y me lavé las manos. Solo por curiosidad desbloquee mi teléfono y pude notar la gran cantidad de llamadas perdidas de Darío, una tras otra después de que le colgué, la ultima de ellas hace 10 minutos, y después un único mensaje de él acompañado por mensajes de Marceline y Román.
"Alexis, descubrimos mas en el teléfono de Kathe, borró parte de los mensajes que tenía con Fabiola" Decía Marceline en su mensaje.
"Tenemos que reunirnos, Kathe borró mensajes con Fabiola, creo que esos mensajes podrían llevarnos al asesino" Declaraba Román en su único mensaje.
"No tengo al asesino, pero Román encontró algo importante, estoy yendo a recogerte" Esto tenía que ser otra broma de Darío, no era necesario que viniera por mi, solo descubrieron que mi amiga borró mensajes de su teléfono, no era necesario reunirnos ahora mismo, ¿o si?
Envíe un mensaje a Darío lo mas rápido que pude diciéndole que se quedará donde estaba, que no era necesario venir por mi, un minuto después no hubo contestación, así que lo llamé.
Después de que el teléfono sonó varias veces no hubo respuesta, ahora me estaba pagando con la misma moneda con la que yo le pagué, no era divertido en lo absoluto.
Traté de relajarme y pensar en que era imposible que Darío viniese por mi, solo estaba jugando, ni siquiera sabía donde estaba, tal vez solo lo hacía para vengarse de mi por colgarle tan de repente cuando me llamó.
Salí del baño y me quedé helada en cuando miré en dirección a la mesa en donde había cenado con Rafael, una Rafael que no estaba solo. Darío estaba sentado en mi lugar y parecía de lo mas cómodo hablando con mi cita, ya no necesitábamos buscar asesinos, yo podría convertirme en uno en este preciso momento.
—Darío, que divertida sorpresa, ¿que haces aquí? —le pregunté apretando la mandíbula cuando estuve junto a la mesa donde los dos chicos que me tenían confundida hablaban de no se que.
—Alexis, nena —¿que carajos acababa de decir?—, le decía a tu amigo que tu madre me mandó a recogerte, ya sabes que no le gusta que salgas con chicos extraños, mas bien no le gustan los chicos que no soy yo.
—¿Nena? —exclamó Rafael confundido, no tan confundido como yo, pero aun así confundido.
—Rafael, él es Darío, un amigo de la familia, no le hagas caso, le encanta bromear —traté de minimizar las palabras y la presencia de Dante—. Mi madre me acaba de llamar, quiere que regrese a casa, al parecer algo a sucedido y decidieron mandar a un imbécil por mi.
—¿Esta todo bien?, yo podría haberte llevado de habérmelo pedido —se ofreció dulcemente Rafael.
—No necesitamos de tu ayuda Donatello, para eso estoy yo —mi vergüenza nunca fue tanta, que Darío tratara de esta manera a Rafael me daba ganas de meterme debajo de una mesa y no salir hasta que el ultimo cliente en este restaurante lo hiciera.
—No le hagas mucho caso a Darío, de chiquito se pegó contra un poste de la luz en la cabeza y desde entonces nunca volvió a ser el mismo, se le murieron muchas neuronas al pobrecito —mas y mas mentiras, todo para dejar a Rafael fuera del caos en el que yo estaba envuelta.
—Claro que ... —le tapé la boca a Darío lo mas rápido que pude antes de que siguiera diciendo estupideces, y me disculpé con Rafael.
—Lo siento mucho, fue una noche muy linda, pero tengo que irme, de verdad que lo siento —le dije a Rafael mientras hacía a Darío levantarse de donde estaba sentado cómodamente con las piernas abiertas, expresando tanta seguridad en si mismo que cualquiera hubiese dicho que era el dueño del lugar.
—No te preocupes lo entiendo completamente —dijo Rafael levantándose también de su silla.
Empujé a Darío hacía la puerta para que fuera saliendo del lugar y saqué dinero de mi bolsa para pagar mi cena.
—Yo invito hoy, tu puedes hacerlo la próxima vez —Rafael era un verdadero caballero, primero Darío lo insulta, luego lo dejo plantado a media cita, y lo único que puede decirme es que quiere volver a salir conmigo, ahora mismo me merecía el infierno por tratar así a un chico que era tan lindo conmigo.
—Gracias, te envío un mensaje cuando llegue a casa, nos vemos —me despedí de él mientras le daba un beso en la mejilla.
Darío me miraba desde la puerta del restaurante con los brazos cruzados y cara de malestar estomacal, cosa que me indignó, la que debería estar enojada soy yo, no él.
—Vámonos —dije en un susurro amenazante cuando pasé junto a él para salir del restaurante.
Darío me siguió y poco después me adelantó para conducirme hasta su auto, abrió la puerta para mi y entró justo después de mi, también en total silencio. No dijimos nada, solo condujo hasta la carretera, y cuando estuvimos a punto de llegar a nuestro pequeño pueblo no pude contenerme mas.