Abigail se burló de la audacia de la petición, su ira creciendo. —¿Crees que es tan fácil? Los guardias son altamente capacitados. Nunca me permitirán ir sola a ningún lado. Si sospechan algo, me encerrarán.
La respuesta del secuestrador fue despiadada, su amenaza colgando sobre ellos como una guillotina. —No me importa. Si quieres la seguridad de tu amiga, ven aquí en una hora. O de lo contrario, verás a tu amiga morir después de una hora.
Abigail era desafiante, su determinación inquebrantable, pero las apuestas nunca habían sido más altas. —Incluso si logro ir allí, mi esposo y el hermano de Elsa nunca te dejarán salirte con la tuya. Te matarán.
La risa cínica del hombre envió escalofríos por la espina dorsal de Abigail. —Veamos quién mata a quién. Con esta última y escalofriante declaración, terminó la llamada, dejando a Abigail luchar con la grave situación y la inminente decisión que tenía que tomar.