—Realmente dejó los Tres Reinos —pensó el Señor de la Mente con el corazón temblando, pero rápidamente volvió a sus sentidos—. ¿Por qué debería temerle? Soy miembro de una Formación Menor de Mil Dioses Antiguos. Ni siquiera los expertos a nivel Mundial pueden hacerme nada ahora mismo. ¿Yo, temo a él, a un Dios Antiguo? En realidad es bueno que esté aquí, ya encontraré la oportunidad de matarlo.
—¡Él! ¡Es él! —pensó Ji Ning.
Había estado bastante tranquilo, pero al ver los ojos del Señor de la Mente se puso furioso. Los recuerdos comenzaron invadir su cabeza: la muerte del Soberano Humano Suiren, cuyo cuerpo se había transformado en esos pétalos de fuego, las autodetonaciones de Daoista Tres Purezas, Tathagata, el líder Buda, Guardián Maderaeterna y Buda Jueming, el hermano aprendiz mayor Houyi, que había muerto justo frente a Chang'e y todos los otros Inmortales y Demonios de los Tres Reinos que habían sacrificado sus vidas en batalla.