—No tengo suficiente experiencia para hacer eso —bufó, apartando la mirada avergonzada—. Era buena en tantas cosas, pero besar no era una de ellas.
Ante sus palabras, él sintió una oleada de posesividad.
—No necesitas experiencia. Yo te enseñaré —declaró firmemente, sus ojos llenos de la más absoluta devoción.
Ella pensó que él bromeaba, pero cuando vio el fuego ardiente en sus ojos, supo que no era así.
—Está bien, a tu manera —musitó.
Al verla tan dispuesta a complacer, su expresión satisfecha se iluminó tanto como su estado de ánimo.
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