"Ensangrentado y enloquecido, Perdido de la Luz arrastró su cuerpo por un vasto plano de piedra desgastada, su espada raspando en las rocas negras. Detrás de él, los restos destrozados de un barco de guerra estaban siendo consumidos por el fuego, pintando la oscuridad de la noche con un resplandor naranja furioso.
... Delante de él, a cierta distancia, un hermoso corcel negro se mantenía sobre patas temblorosas, espuma roja caía de su boca. Los ojos de la bestia tenebrosa brillaban con una temible luz carmesí, pero detrás de la furia y el odio sin límites, se escondía allí un profundo sentido de agotamiento, mezclado con confusión, resentimiento y dolor.
Perdido de la Luz sonrió.
—¿Qué... qué estás esperando? ¡Ven aquí! ¡Ven y tómame, desgraciado!