"Las manos de Orinan se deslizaron hacia arriba desde el pecho de Arlan hasta sus hombros, donde se aferró en busca de apoyo. Discretamente, acercó su cuerpo al de él, su cara atrayéndose más a la suya, su mirada fijada en sus labios.
Arlan, con los ojos entrecerrados, la observaba en silenciosa contemplación. La anticipación creció en su corazón al preguntarse cómo ella tomaría la iniciativa, —¿será tímida o audaz?
Cuando estuvo a solo unas pulgadas de su cara, ella susurró nerviosamente —¿Podría cerrar los ojos, Su Alteza?
A pesar de su audacia e imprudencia en otros aspectos de la vida, momentos íntimos como estos evocaban el mismo miedo y nerviosismo en ella que en cualquier otra mujer. Además, bajo su vigilante mirada, su ansiedad solo se profundizó.
A pesar de su borrachera, Arlan comprendió sus palabras y obedeció cerrando sus ojos. Al presenciar esto, Oriana sintió un alivio y reunió el valor para finalmente proceder con el acto.