El viejo estaba rebosante de alegría cuando Maxim le llamó para que se acercara. Su pequeño cuenco todavía tenía la mitad del vino. Emmelyn supuso que lo había dejado para su esposa. Esta escena le llenó el corazón de calidez.
—Como prometimos, nos gustaría darte algo —Emmelyn tomó una cesta de pan del carro y se la entregó al viejo—. Tenemos pan de sobra y no creo que podamos terminarlo todo. Por favor, toma esta cesta para ti y tu esposa.
Los ojos del hombre se abrieron desmesuradamente al ver el pan tan apetecible en la cesta. Tragó saliva y su cuerpo tembló ligeramente. Miró hacia arriba viendo a Emmelyn a los ojos, —Eso es mucho pan.
—Está bastante fresco, tiene menos de un día. Puedes comerlo por tres días más. También puedes compartir algunos con tus vecinos —explicó Emmelyn.
El hombre miró alrededor y sonrió ampliamente. —Sí conozco a muchas personas que necesitan comida. Muchísimas gracias.