Isabella cerró la distancia entre ella y Atticus, su traje azul ajustado se tensaba un poco mientras se inclinaba para sostener a Atticus.
Había solamente una cosa en su cabeza en ese momento, y realmente esperaba al cielo estar equivocada.
Esta vez, Atticus no se resistió. Se dejó llevar hacia arriba suavemente por Isabella.
—¿Por qué me está ayudando tanto? —Atticus pensó que era extraño que una instructora, y además mujer, estuviera actualmente apoyándolo y dándole tanta atención.
Atticus había aprendido a cuestionar todo lo que veía, no importa cuán sutil fuera. Tal vez no le había dado mucha importancia, pero con su increíble percepción, le era imposible no notar las miradas sutiles y ojeadas que Isabella siempre le lanzaba.
Al principio, no pensó mucho en ello después de llegar a la conclusión de que ella podría haber visto sus batallas en la pantalla. Pero con el paso del tiempo, se volvió demasiado obvio y más frecuente.