Estaba oscuro y húmedo.
El olor a podrido llenaba el aire. El aire oscuro y frío perforaba los huesos.
En una cueva de color negro oscuro, una persona pequeña se encogió de hombros y se estremeció.
Aurora cuidadosamente abrió una bolsa de galletas de uso militar, deteniéndose después de cada rasgadura, preocupada de que el sonido pudiera atraer a los enemigos. Después de abrir el empaque, ella tomó pequeños bocados en las galletas duras y se tomó su tiempo para terminarlas.
Estos sonidos en realidad no saldrían de la cueva, pero ella tenía en mente el recordatorio de Han Xiao y no se atrevía a hacer ningún ruido.
«Esta ya es la decimotercera comida», pensó Aurora.
El paso del tiempo no se podía sentir en la cueva. Comía tan pronto como tuviera hambre y calculó el tiempo según la cantidad de comidas que tenía.
Un par de ojos brillantes se escondieron en la sombra, mirando siempre hacia la entrada de la cueva.