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Amelia atravesó el portal y se encontró en una isla apartada, rodeada de estructuras similares a fortalezas con paredes espesas e impenetrables.
Guardias y Cazadores pululaban la zona, sus poderosas auras creando una atmósfera asfixiante.
La pura intensidad de su presencia combinada hizo que su corazón se acelerara, y hasta ella, con sus años de experiencia, sintió un pequeño retorcijón de inquietud.
Jim salió del camión y estiró los brazos, luciendo tan tranquilo como siempre. —Por fin. Llegamos sin incidentes graves. Buen trabajo, Amelia. Me impresiona que no te inmutaras, ni siquiera cuando apareció el Portador del Infierno —dijo con una sonrisa.
Amelia soltó una risa forzada, aunque por dentro, su mente giraba. No podía evitar preguntarse si Jim la había estado observando detenidamente todo el tiempo, juzgando cada uno de sus movimientos, poniendo a prueba su resolución.