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76.62% Dulce engaño / Chapter 118: TENGO MIS RAZONES

บท 118: TENGO MIS RAZONES

Samara sabía que, si salía ahora, no habría esperanza de que recuperara su relación con Álvaro. Si hubiera sido en el pasado, no habría esperado gustarle a Álvaro. Ella solo volvió por Laura. Pero ahora, después de ver el jardín privado y enterarse de que él estaba profundamente enamorado por ella, ya no quería dejarlo ir.

Ignorando el dolor en el dorso de su mano, Samara agarro la mano de Álvaro y dijo:

- ¡Créeme! Mis sentimientos por ti no han cambiado. Álvaro, no niego que te he odiado y he deseado tu muerte. Pero si de verdad te mueres, no podría soportar el dolor. No te dejes afectar por las palabras de los demás.

El miro a Samara con los ojos llenos de lágrimas. Sus ojos eran claros y preciosos, llenos de cariño. Pero él no podía evitar recordar las palabras de Jaime, ni mucho menos las palabras de Samara.

Él podía soportar cualquier cosa, menos el hecho de que ella no lo amara. Esto era peor que la muerte. Álvaro la miro y dijo seriamente:

-Dime, esta vez has vuelto por mí, no ha sido por nada más, no me usaras y tampoco me engañaras ni ocultaras nada. Samara, mientras me digas esto, te creeré. Pero quiero oírte decirlo.

Samara de repente sintió un dolor en el corazón. En ese momento clave, ella no era capaz de enfrentar a Álvaro con franqueza. Sentía que era una mala mujer, ella no había vuelto por él y mucho menos por su amor. Mordiéndose el labio inferior, las lagrimas corrieron por sus ojos.

-Lo siento.

Álvaro de repente levanto la cabeza con los ojos llenos de ira.

- ¡Lárgate! -su voz no era alta, era como si hubiera agotado todas sus fuerzas. Pero se podía notar una profunda tristeza en ella.

-Álvaro, te lo puedo explicar. Realmente tengo…

- ¡Vete! -la empujo. Las lágrimas salían de sus ojos, pero el rápidamente las limpio. - ¡Vete de aquí antes de que me enfade! De ahora en adelante, no quiero verte, ni oír tu voz, ¡no quiero saber nada de ti! Samara, dime lo que quieres de una vez e inmediatamente te lo daré. Solo te ruego, que no me hagas daño.

Cada palabra que él decía era un pinchazo en su corazón. Sus lagrimas cayeron como un collar de perlas roto.

-Álvaro, tengo mis razones.

-No quiero escucharlas. Te he dado demasiadas oportunidades. No quiero oír ninguna de tus tonterías. Mi mujer, Samara, se murió hace 5 años. ¡Esta muerta! Anabel tiene razón, ella nunca me haría tanto daño como tú. Lo siento, señorita Catalina, necesito descansar. Por favor, salga de mi habitación.

Cuando Álvaro dijo "Catalina", ella echo a llorar. Sabia que no importaba lo que dijera, nunca la volvería a perdonar.

- ¡Lo siento! -Samara se dio la vuelta y salió corriendo de la sala.

Josué lo escucho todo con claridad desde fuera. Al ver que ellos se estaban peleando, entro rápidamente y dijo:

-Señor, no es como piensa. La señora acaba de ir al jardín privado y estaba muy feliz y sorprendida.

-Así que fue al jardín privado. Así que sabe muy bien como pienso. Es por eso por lo que era tan inescrupulosa, ¿verdad? Tan inescrupulosa como para herirme, para usarme. Josué, también soy un ser humano, ¡también siento dolor!

Josué no lo había visto tan frágil muchas veces. El actual Álvaro parecía que caería con tan solo un empujón. Josué tenía muchas ganas de defender a Samara, pero no pudo encontrar ninguna excusa.

Álvaro respiro hondo y dijo:

-Llévala a la mansión de la familia Ayala y pídele a Isaac que proteja bien a los 3, después encuéntrame un médico… quiero cambiar de hospital.

Josué pensaba que Álvaro aún no se podía sacar a Samara de la cabeza, pero justo cuando creía que ya no hacia falta preocuparse por el asunto, se quedó sin palabras.

-Señor, todavía le importa su mujer. ¿Por qué quiere cambiar de hospital?

-Quiero estar tranquilo unos días. No quiero que nadie se entere, mucho menos ella. -los ojos de Álvaro mostraban indiferencia, como si hubiera recuperado su compostura en un minuto. Pero Josué sabía que estaba fingiendo.

Josué suspiro y se dio la vuelta para irse.

Samara no se había ido del hospital, esperaba en la entrada. Ella tampoco sabia a que estaba esperando. Al escuchar pasos tras ella, se dio la vuelta rápidamente, pero se decepciono cuando vio a Josué.

Ella se sentía demasiado ridícula. Sabia muy bien que una persona tan arrogante como el, después de sufrir tanto, no iría tras ella. Sabia que el solo quería que ella estuviera lo mas lejos posible. Con mucho dolor, le pregunto a Josué:

- ¿Qué va a hacer conmigo?

Josué miro a Samara y pudo sentir su amor por Álvaro, pero no pudo entender porque ella no se lo dijo antes a su jefe.

-Señora, el señor Álvaro me pidió que la llevara a la mansión de la familia Ayala. Si no tiene nana mas que hacer puede quedarse allí. El señor me dijo que necesita estar tranquilo para mejorar, así que no quiere que lo molesten.

Sus palabras destrozaron las esperanzas de Samara. El odiaba su engaño, pero no era capaz de dejar de preocuparse por ella. A pesar de que estaba enfurecido, todavía no se había olvidado de pedirle a Josué que la acompañara a casa.

Sus ojos estaban llenos de lagrimas otra vez, pero no dijo nada más. Se dio la vuelta y subió al coche. Josué suspiro y dijo:

-Señora, el señor Álvaro es una persona muy orgullosa. Se dará cuenta después de un rato, por favor este tranquila estos días.

-Gracias, Josué. -soltó una sonrisa débil, pero al final, no pudo mantenerla. Volvió la cabeza, con los ojos llenos de lágrimas. - ¿Puedo ver a mis padres?

Sabía que Álvaro no permitiría que ella saliera, pero en este momento, realmente tenia muchas ganas de hablar con alguien cercano.

Josué le respondió:

-Espere unos días señora.

Samara ya no hablaba. El coche llego a la mansión de la familia Ayala, había más guardias de seguridad y más patrullas que antes. Cuando Samara bajo del coche, Isaac salió para darle la bienvenida.

-Señorita Samara, ha vuelto. -Isaac miro a Samara con cortesía, igual que antes. Pero ella sabia que algunas cosas habían cambiado.

Cuando Eduardo se entero de que su madre había vuelto, rápidamente salió corriendo de la habitación.

- ¡Mama! -corrió y se metió directamente en el abrazo de Samara.

Ella estaba un poco distraída, dio un paso atrás y casi se cayó. Sin embargo, todavía fingía ser feliz y dijo:

- ¿Me has echado de menos?

-Por supuesto que sí. Lo hago todos los días mama, ¿has vuelto para acompañarnos? Álvaro dijo que tenemos que estudiar más, así que te pidió que volvieras y nos ayudaras con nuestros deberes, ¿verdad? -Eduardo miro a Samara y descubrió que sus ojos estaban un poco rojos e hinchados. -Mama, ¿Álvaro te ha tratado mal? ¡Voy a matarlo!

Al terminar de hablar, Eduardo corrió hacia fuera, pero ella lo detuvo.

-No, el no me ha hecho nada. Es que acabo de ver un programa de televisión, fue demasiado conmovedor. No pude evitar llorar. -era verdad que ella tenía este problema.

Sospechando de sus palabras, el miro a Josué.

- ¡No me mientas! ¿Álvaro realmente no le ha hecho nada?

Josué se sintió muy avergonzado y respondió rápidamente:

-Señorito, piénselo. El señor aún está en el hospital. ¿Cómo puede maltratarla?

-Tienes razón, tampoco creo que se atreva a hacerlo. Mama, si te hace algo, debes decírmelo. Te vengare. No lo olvides, tienes un hijo que siempre te apoyara.

Al escuchar lo que dijo su hijo, Samara tuvo ganas de llorar otra vez. Abrazando a Eduardo, susurro en su oído:

-Se amable con él. Después de todo, te dio la oportunidad de vivir.

-Pero eso no le da el derecho de tratarte mal. -envolvió con fuerza el cuello de Samara con sus brazos.

En este momento, ella estaba pensando en muchas cosas, pero no podía mostrarlas frente al niño. Solo podía soportarlas, pero sentía que se estaba ahogando en dolor. Después de entrar en la mansión, Isaac dijo que Adriano tenía un resfriado y que todavía estaba descansando. Por eso no le molesto.

Samara se sentía muy incómoda, pero no quería que Eduardo se diera cuenta. Así que dijo:

-Hijo mío, estoy un poco cansada estos días. Necesito estar sola un rato. No me molestes, ¿de acuerdo?

Eduardo sintió que algo iba mal, pero al saber que su madre no había descansado, obedientemente asintió preocupado.

-Descansa, mama. Te vere después.

-Vale. -Samara sonrió débilmente, pero no pudo evitar que el dolor que sentía se extendiera.

Volvió a la habitación donde dormía con Álvaro, sintiendo dolor. Todas las cosas que había ahí demostraban su amor por ella. Sabia que nadie le culparía por ser demasiado emocional cuando volviera. Después de todo, hubo un malentendido con lo del incendio. Sin embargo, al ver a Álvaro tan débil su corazón se destrozó.

No pudo contener más las lágrimas y se acostó en la cama sintiendo dolor.


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