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—Entonces, ¿cuáles son los secretos, oh maestro de los árboles? —dijo Sylvie en voz alta, que era mucho más cercana al volumen normal de hablar de todos los demás.
—Maestro de los árboles. Me gusta cómo suena eso, pequeña. A menos que prefieras que te llame la Nombradora —dijo Chekov con una sonrisa en su rostro.
Sylvie se encogió de hombros. —Cualquiera está bien.
—Entonces será pequeña. Simplemente parece más apropiado, ¿da? —dijo Chekov mientras se agachaba—. Así que, el primer secreto es este... —Chekov comenzó a tirar de varios cajones del lado izquierdo. Una vez que había sacado cuatro cajones tanto como podían abrirse, alcanzó dentro del todo para sacar el cajón superior derecho, el más profundo en el armario, y lo empujó hacia adentro.