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Al partir el amenazante Rey Demonio, el implacable asalto de los demonios abismales cesó abruptamente.
La ominosa marea negra comenzó lentamente su retirada.
Momentos después, la monstruosa horda, que una vez representó una fuente de desesperación, desapareció en dirección a la distante cordillera de Albero. La crisis había sido completamente evitada.
La confusión y el desconcierto impregnaron el aire ante el repentino ataque y posterior retirada de los demonios abismales.
Sin embargo, un alivio abrumador pronto inundó a la mayoría de la población mientras se regocijaban en la alegría de haber sobrevivido a tal catástrofe.
Abrazando a sus familias y parejas en medio de ruinas, los sobrevivientes se aferraron al preciado regalo de la vida.
Sin embargo, una pregunta roía sus corazones: