Esa noche volvió a soñar, hace años que no lo hacía, soñaba como sus manos se envolvían alrededor del cuello de aquella amable persona, la tibia sangre que le goteaba desde la cabeza, mancha la pulcra imagen de la benevolente persona, a cada segundo la fuerza con que apretaba aumentaba, podía escuchar los alaridos, y la respiración entrecortada, de alguien que hace tiempo había dejado de luchar.
Las lágrimas que caían de sus ojos impedían su visión y así lo deseaba, cerraba los ojos porque no quería presenciar aquella desagradable escena que protagonizaba. Tampoco, no se dio cuenta en que momento sus manos habían formado una profunda marca, sus piel se erizó al escuchar como empezaban a fracturarse los pequeños huesos, sus manos cubiertas de sudor y lágrimas empezaban a resbalarse y él lucha con todas sus fuerzas para impedirlo, sus ojos se abrieron por el ardor de sus lágrimas y lograron, con dificultad, visualizar una efímera sonrisa, en ese momento el Cazador se despertó, su almohada se encontraba empapada, aunque no sabía si era con su sudor o sus lágrimas, se quedó inmóvil mirando el blanquecino techo, esperando que la nada consumiera sus pensamientos, pero no sucedió, nunca sucedió y no pudo volver a dormir esa noche.
El cazador de un sobresalto se lanzó como gacela desde su cama hasta la ventana, miro por todos lados pero no percibió ninguna nube oscura, se encontraba confundido, estaba seguro de escuchar con claridad el estallido de una tormenta, entonces vio a lo lejos una densa nube de humo y lo comprendió, eran los caballos del Rey. Su humor se oscureció, se vistió lo más rápido que pudo con una camisa de tela y un pantalón oscuro que combinaba con las gruesas correas dónde cargaba sus armas, que se deslizaban con sutileza por su espalda. El General Pierola, dirigía aquel escuadrón, al llegar frente a la pequeña cabaña del Cazador, desmontó sus aguerridos, teniendo un ligero aire de superioridad, llamo a dos de sus muchos soldados para que lo acompañen juntos sin llamar a la puerta, ingresaron a la rústica casa del Cazador.
- Dígame General - Exclamó, el Cazador, intentando ocultar su sorpresa y furia al ver a aquellas figuras invadir su hogar, desvío su ira a la manzana que sostenía, la cual mordió impulsivamente al ver al General Laos, y sus dos guardias fuertemente armados, caminar con lentitud hasta la pequeña sala de su casa, en donde tomaron asiento en los únicos muebles decentes de su pequeña cabaña; un juego de silla hecha de una madera cuyo nombre desconocía - que trae a usted y sus pequeño grupo de hombres a mi hogar.
- No somos un pequeño grupo, somos cien hombres en total - Replicó con una sonrisa el General - Somos un batallón - El Cazador quedó atónito ante la noticia y realizo una fugaz mirada a las afueras de su casa y pudo apreciar un contingente de soldados, con armaduras de hierro relucientes, cuyas caras no reconocía; cada uno portaba una espada y un escudo reforzado con un encantamiento antimagia que reconoció por el grabado de sangre en forma de cuadro tachado con un aspa que se observaba en el centro de cada escudo, la frustración recorrió su cuerpo y tuvo que forzarse a calmarse, mientras toma asiento en una pequeña banca de madera que lo dejo por debajo del General y sus dos hombres.
- ¿Enserio?, juro haber escuchado al menos cincuenta caballos - Pronunció el Cazador fingiendo su voz, haciéndola sonar calmada y distante.
-Mi regimiento siempre es mixto, Cazador - Expresó el General, mientras se servía café de una jarra de porcelana barata, en una pequeña taza de madera tallada a mano.
- Tus hombres ¿también quieren que les sirva algo de desayunar? - Preguntó el Cazador conteniendo con cierta ironía.
-Gracias por tu oferta- Respondió el General con un aire de ironía- pero todos ya están bien desayunados - El Cazador, cambio su posición para estar frente al general y se sirvió una taza de café.
- Iré directo al grano - pronunció el General - estoy seguro de que recordarás cierto incidente que ocurrió hace tres años, donde terminaste rescatando a la sobrina de la reina de unos traficantes extranjeros de esclavos.
- ¡Claro que si! - Comentó el cazador con orgullo- Esa noche tuve la mejor comida que he probado, la nobleza si que saber llenarse el estómago y lo mejor de todo; el Rey se dio cuenta de su error y prohibió la trata de esclavos en el reino - Entonces el cazador apagó su sonrisa y miró con seriedad al General
- Aunque, algunos se molestaron al tener que cerrar sus negocios, como los suyos.
- No te preocupes por eso - Respondió el General, con una fuerte carga de desprecio en cada palabra - Ese no era más que un vulgar negocio familiar, en el cual nunca me metí, ni siquiera lo administraba mi secretaria, estaba a cargo de uno de mis familiares, un tío lejano, no me afectó en lo más mínimo.
- Es una alegría escuchar eso - Respondió el Cazador mientras bebía con rapidez y sostenía con fuerza la taza de café caliente que tenía entre sus manos.
- En fin - Exclamó para detenerse de inmediato para tomar un pequeño y fino sorbo - desde ese día el Rey tiene en gran estima las capacidades que haz demostrado tener durante las batallas; incluso te considera el mejor peleador de nuestro reino
- Eso... Es un gran honor, aunque no creo ser el mejor. - Cazador - Expresó con amabilidad el General
- El Rey, en un solo día, hizo que pasaras de ser uno de los criminales mas buscados a uno de los héroes de nuestra tierra y además cumplió tu sueño, ¿No es así?
- Elimino la esclavitud - Respondió el Cazador con un aura de agradecimiento- Hay veces donde no puedo creerlo y pienso que vivo en un sueño.
- Entonces - Comento secamente, mientras volvía a dar un sorbo lento - es momento se que demuestres lo agradecido que estás con el Rey y sea parte de nuestra compañía de guerra.
- Disculpa - Respondió de manera inmediata y con descontento- ¿Compañía?, no te entiendo, el Rey mismo dijo que era libre de cualquier obligación por haber salvado a su sobrina.
- Estás olvidando algo - El cazador pudo sentir la frialdad en las palabras del General - El Rey puede deshacer y modificar sus leyes tanto como desee - El cazador intento volver a hablar pero fue interrumpido de rápida manera por el General
- Antes de seguir déjame explicarte la situación - Pronunció con una gelidez muy típica de la nobleza - Supongo que estás al tanto de lo que ha sucedido en el plano político durante el último fin de semana ¿verdad?.
- El ataque a nuestro reino vecino, ¿No es así? - Espeto el Cazador conteniendo la ira en cada palabra.
- Perfecto estás más al día de lo que pensé - Comento el General mientas desplegaba un mapa del continente sobre la mesa en donde se podía ver los tres reinos divididos por líneas imaginarias y a lo lejos, casi al chocando con el borde del mapa, se podía observar una pequeña isla, donde radicaba el reino invasor
- Como sabes el reino de Lunkur, invadió hace tres días La Federación de navegantes.
- Si, pensé que se había convertido en una guerra de desgaste - respondió con sobriedad mientras volvía a servirse un vaso de café.
- Eso es lo que todos pensábamos, pero resulta que la Federación ha sido vencida en un solo día - El Cazador se atragantó con el café al escuchar la noticia
- Al parecer, las fuerzas de Lunkur lograron aplastar a la federación en un solo día, aunque no por completo - mientras hablaba, marco con sus dedos una pequeña fortaleza en la frontera entre la Federación y el reino - Las fuerzas restantes lograron reunirse y resistir en la frontera con nuestro país y ahí fue cuando invocaron nuestra ayuda a través del Ankai - El miedo y la sorpresa se dibujaron fugazmente en la cara del Cazador al escuchar esas palabras.
- Me parece una estupidez, una enorme - Respondió, mientras se llevaba una de sus manos a la cabeza, para revolver sus cabellos rojizos - un torneo a muerte dónde entre dos bandos, es algo estúpido no importa por dónde lo veas.
- A mi también, pero es obvio que solo es un recurso para ganar tiempo - Dijo el General, mientras se volvía a servir un poco de café- pero de todas maneras; por el pacto sagrado que tenemos con nuestro reino vecino; estamos obligados a enviar a tres luchadores a este torneo y el Rey en persona te ha escogido como uno de ellos.
- Lo siento - respondió secamente, mientras se aferraba cada vez con más fuerza de aquella taza desgastada - yo no soy un guerrero al servicio del Rey, por más que lo estime, no tengo la obligación de participar en esta estupidez, como ya le había indicado.
- Y le vuelvo a repetir - Comento el General con cierto aire de fingida decepción - El Rey puede modificar su voluntad y temo que si no acepta tendré que arrestarlo en este mismo instante - Apenas termino de pronunciar esas palabras y sus dos subordinados empezaron a deslizar sus dedos por las empuñaduras de sus armas.
- ¿Cómo dices? - El rey - Expreso el General con una sonrisa, mientras bebía el último rezago de café que quedaba en su taza - volverá a declarar la esclavitud como algo legal, si es que te atreves a declinar su orden - El General se detuvo para ver la cara de miedo y desesperación del Cazador ante la noticia, pero solo se topó con un rostro congelado que a lo mucho podría trasmitir un aire de desprecio- Y por lo tanto, usted volverá a hacer uno de los criminales mas buscados del reino y será arrestado por violar las leyes de comercio de nuestro país, al atacar y asesinar a comerciantes, intermediarios, nobles y por supuesto robar la mercancía de estos.
El Cazador sintió, durante unos instantes, la mano le temblaba de furia, querían dirigirse por cuenta propia, hacia la empuñadura de su ballesta, la presión en sobre la taza aumento en instante, hasta que está estalló derramando todo su contenido quemando su pantalón, ante el estallido los dos guardias saltaron y sostuvieron sus armas, no obstante fueron detenidos por el propio General, pudo escuchar como afuera se la casa, el resto de los soldados empezaban a inquietarse y al sentir como el hirviente líquido que recorría por su pierna empezaba a enfriarse, comprendió que era inútil resistirse, mucho menos ante un simple eslabón de una cadena de poder, que disfruta demasiado de su trabajo y después de meditar unos segundos soltó su respuesta.
- Supongo, que no se puede confiar en los nobles - Respondió con brusquedad, intenta no desvelar el odio que había en casa una de sus palabras.
- Exactamente - Fue lo único que obtuvo como respuesta por parte del General
. - Está bien - Pronunció con desgano, el General asintió y se puso inmediatamente en marcha en conjunto con sus caballeros, el Cazador se acercó a la puerta para ver cómo los fueros caballeros en su galopar levantan una densa nube de humo y cenizas, entonces miro al cielo y se dio cuenta de que la tormenta aún se acercaba.
La nieve ocultaba sus huellas y no importaba donde que mirara Sayri, solo se encontraba con aquel uniforme manto blanquecino que devoraba todo a su paso, pensó que el viaje desde la Capital de Lunkur, hasta el castillo de Willca sería corto, a menos de un día a caballo. La nieve no tenía la misma idea, había pedido un día entero dando vueltas en círculos en aquel desierto, el frío se intensifica por el metal de su armadura, incluso pensó que morirá de hipotermia si no tuviera aquel pergamino mágico, que le permitió usar un hechizo de aislamiento, para mantener el frío fuera de su cuerpo, demoró demasiadas horas hasta que pudo ubicarse, gracias a una pequeña Prímula, una planta rojiza que había logrado florecer solo para ser conservada en hielo.
Willca acostumbrada a plantar un sendero de Prímulas qué llevaban hasta su puerta de roble, Sayri solo tuvo que desenterrar un poco de nieve, para encontrar pequeños brotes que no tuvieron tanta suerte, Sayri se apresuró siguiendo aquel sendero marchito hasta llegar al castillo, con sus últimas fuerzas dejo al caballo protegido dentro del establo mágico del castillo y como pudo se arrastró hasta la entrada, basto con darle tres toques para que aparezca Willca quien lo recibió vestido con una toga oscura, que resultaba su bufando roja, la cual combinaba con sus cabellos castaños.
- Sayri, ¡Dios mio! - Exclamo con desesperación Willca, al ver en aquel estado a su visitante; su armadura estaba casi por completo congelada y se podía ver a través de las rendijas de su casco como la nieve había empezado a invadir sus cabellos - Pasa de una vez, adentro te podrás calentar.
- Me aplique un hechizo de aislamiento - Intento pronunciar con mucha dificultad, sentía los dientes congelados y los labios partidos por el hielo - pero creo que su efecto desapareció hace un par de horas.
- Deberías de quitarte esa armadura - Le increpó Willca mientras encendía la chimenea de su castillo
- No es necesario - Replico con una extraña euforia - Tan solo usa de tus encantamientos caloríficos - Willca lo miro con desaprobación, pero sabia muy bien que no conseguiría nada, nunca había logrado que se quite esa pesada armadura de acero, así que rápidamente dibujo unos círculos con la punta de su dedo índice, al instante la armadura de Sayri empezó a emitir energía calórica, lo suficientemente grande como para evaporar la nieve que había logrado colarse dentro de la misma.
- Gracias Willca, pensé que me iba a morir congelado - Comento Sayri mientras se sentaba en una de los sofás que y Willca la acerba una taza que contenía te caliente, Sayri se desprendió de la parte inferior de la rendija de su casco, dejando al descubierto sus rosados labios para poder calentarse con la bebida.
- Bueno - Exclamo, Willca mientras se sentaba al costado de su compañero - ¿ A qué debo esta visita primaveral?, mi General.
- Una estupidez - Exclamo con cierto odio en sus palabras - Recién acabo de ser ascendido y me mandan a pasear a un desierto de hielo, ¡Mejor me quedaba como el estúpido bufón de la corte!
- Para que puedas intentar levantarte a las nobles del castillo, no animal - Respondió dándole un ligero golpe en el casco
- Oye - Replico Sayri con furia - Solo intenté hacer eso una vez y fue hace años, y me rechazaron de manera brutal, no volvería a comer un error así.
- En fin, habla porque estas aquí - Comento con pesadez Willca ante el intento de defensa de Sayri, quien dirigió la parte superior de su rendija a los ojos de Willca quien intentaba no poner una cara de incomodidad.
- Bueno - Respondió con seriedad - Nuestra invasión a la Federación, no resultó tan fácil y rápida como la habíamos planeado, y terminas por aceptar un Anki
- ¿Qué? - Exclamo Willca- ¿Por qué?, aceptarían esa estupidez - Sayri empezó a redondear con su dedo el borde la taza y soltó una pequeña risa que pudo ser confundido con un susurro.
- Por Rawa - Al escuchar ese nombre, Willca sintió como la piel de su cuerpo se erizaba - Ese mago, de alguna manera, invoco a un dinosaurio.
- ¿Dinosaurio? - Willca, no pudo evitar agarrarse uno de los mechones de su largo cabello que descansaba sobre su hombro, tan solo pensar en esas lagartijas sobre-desarrolladas, esos dientes ásperos y su apestoso aroma le daba escalofríos.
- Hay mas - Replico con cierta alegría - La mayoría de estos dinosaurios estaban hechos de lava y bueno ya sabes, la lava puede derretir con facilidad el hielo; así que nuestro gran ejercito de golem de hielo fue reducido a un enorme charco en cuestión de segundos - Al escuchar su explicación, Willca entendió que había sucedido.
- Ese bastardo de Rawa logro dominar la invocación especial - Exclamó con furia
- ¿La que? - Pregunto con una gran confusión Sayri - Oh, cierto que tú no eres hechicero - Mencionó Willca en tono de burla - Es una poderosa magia capaz de invocar por tiempo limitado, cualquier criatura que se imagine - A pesar de ser una simple explicación, Sayri no pudo evitar sentir el profundo odio en cada una de las palabras, lo cual era entendible, a fin de cuenta Rawa, el mago principal de la Federación y fue uno de los mayores rivales de Willca, al ver esa apertura, Sayri no pudo evitar hurgar aún más en la herida.
- Es muy curioso ver como destrozo tu mas grande creación en cuestión de segundos - Expresó con una ligera sonrisa
- Sayri, no me ayudas, para nada - Expreso con cansancio.
- Bueno - Expresó Sayri con una notoria tristeza al ver como fallaba al molestar a su amigo - también invoco un Amaru - Respondió de una manera mas seria
- ¿Amaru? - Ya sabes, las serpientes gigantes con alas y cabeza de llama que pueden traer inundaciones; que de hecho, fue lo que hizo, inundo nuestros depósitos de suministros, es curioso ¿no?
- A que te refieres - Replicó Willca mientras miraba con impaciencia las escaleras que daban al segundo piso de su castillo, donde se encontraba su biblioteca
- Nosotros - Respondió con un cierto aire de orgullo - derrotamos en un solo día al ochenta por ciento de las fuerzas de la Federación, con un poderoso ejército de Golem de hielo que congelaba todo a su paso y - entonces su tomo cambio radicalmente a uno más sarcástico - en unas horas la Federación destrozó nuestro ejército y sumistros.
- Es una situación muy peligrosa - Comento Willca, en su rostro se nota unas líneas de miedo ante lo que podía hacer la Federación en unas cuantas horas.
- No lo menciones, fue horribles gracias a Dios teniamos expertos en la magia de movimiento entre nuestras filas, para que nos sacaran de ahí con el teletrasporte - antes de continuar Sayri suspiro y Willca pudo notar como su oscurecía su rostro, aunque con mucha dificultad por la rendija superior se su casco
- Aunque no todos tuvimos la misma suerte, por eso me parece un milagro que el estúpido de la Federación haya pedido un Anki.
- ¿Por qué así tenemos tiempo para re-agruparnos y abastecernos? - Pregunto con una mirada fría.
- Exacto - Replicó Sayri - ¿Cuánto demorarías en desarrollar una nueva magia de invocación que supere al ejército de Hielo? - Willca se quedó pensativo, divago durante unos minutos para poder responder.
- No lo sé - Exclamó finamente - pero como mínimo, en una situación ideal, donde mis experimentos no fallen y logré conseguir una buena fuente de maná, podría ser entre dos a cinco semanas como mínimo, pero repito en una situación ideal, podría extenderse mucho más tiempo, la formación de un ejército superior.
- El Anki - Respondió Sayri con seriedad - Es un estúpido torneo en donde dos estúpidos bandos se enfrentan con la misma cantidad de peleadores, hay un intervalo de una semana entre cada pelea, creo que tienes el tiempo suficiente, aunque eso depende de cuántos peleadores se fijen para el torneo.
- Haré lo que todo lo que pueda Sayri - Comento mientras le hacía caminaba hacia el segundo piso, Sayri de manera casi involuntaria empezó a seguirle
- Estoy seguro de que serás parte de los competidores
- Creo que si, amigo - La voz de Sayri, no mostraba ningún tipo de satisfacción ante la idea - después de todo soy considerado uno de los mejores guerreros de la nación, sino fuera así...
- No te abrían ascendido a General en tan poco tiempo - Willca interrumpió la frase que está armando Sayri - No ha pasado ni un año desde que saliste de la organización de escuderos y entraste al verdadero ejército y mira lo mucho que has crecido - Cuando termino de pronunciar esas palabras ambos ya se encontraban dentro de la biblioteca, una enorme habitación con estanterías de más de 3 metros de alto, divida especialmente en varias secciones, adornada con varias mesas de roble y unas cuantas escaleras.
Willca se acercó a una mesa que había cerca de la entrada y empezó a rebuscar algo entre sus cajones.
- Creo que solo tuve suerte - Replicó. -
Puede que tengas razón - Respondió mientras sacaba algunos pergaminos de los cajones - Pero, la suerte no será suficiente esta vez - Willca se acercó con tres pergaminos Sayri reconoció dos de ellos por el símbolo que tenían en el broche que los mantenían cerrados, pero el último le era irreconocible, el broche solo mostraba una esfera de color negra con algunos agüeros blancos y una cintas negras de alrededor.
- ¿Qué es la última? - pregunto con curiosidad
- Un regalo - Respondió de manera casi automática - Es el encantamiento gravedad, uno de alto rango, te permitirá manejar la gravedad de un arma que elijas, aumentarla, reducirla, incluso atraerla si la lanzas de manera horizontal.
- Gr-Gracias, me has dejado... Bueno... Sin palabras, estoy seguro de que esto será de mucha ayuda.
- No es necesario que me lo agradezcas - Replicó Willca con una sonrisa, ambos caminaron hasta la entrada principal en donde se encontraba la montura de Sayri, que aguardaba cómodamente en el establo, antes de partir Willca le volvió a poner los encantamientos para que se ahorra los pergaminos y apenas cerró la puerta se rindió sobre ella, apoyando toda su espalda, sus manos empezaron a temblar de la rabia, mientras sus músculos se tensaban, en su mente maldecía una y otra vez un solo nombre. - Bastardo hijo de puta - Pronunció antes de encerrarse en su biblioteca.
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