El sol se filtraba por las hojas de los árboles altos, provocando un juego de luces que se entremezclaba con el verde del césped naciente y la tibieza de los rayos de luz. Aunque el sol había salido hacía menos de cinco horas, el frío persistía en el ambiente, envolviendo a los jóvenes ninjas en un abrazo helado.
Les esperaba una larga caminata.
Debido al desconocimiento del terreno y a la necesidad de no malgastar energía, los equipos siete y diez habían decidido dejar de correr tras asegurarse de que estaban lo suficientemente alejados del escondite de la gran anciana.
Sabían que debían conservar sus fuerzas para cualquier situación imprevista que pudiera surgir y, además, evitar revelar su posición.
Shikadai, con su mente estratégica, pensó que la mejor opción era caminar bajo las copas de los árboles en la vasta zona arbórea. No retomarían la carrera hasta estar seguros de que iban en la dirección correcta.
La formación de la caminata estaba cuidadosamente planeada: ChouChou cerraba la marcha, mientras que Boruto, Inojin y Mitsuki ocupaban el centro, con Inojin en el medio. Al frente, Sarada y Shikadai lideraban, con el heredero del clan Nara marcando el paso.
Shikadai había sido la mente maestra detrás de esta fuga. A pesar de las dudas sobre qué hacer una vez que llegaran a su destino, él no mostraba signos de arrepentimiento.
Estaba decidido a enfrentar a Mirai, no como el niño al que había jurado proteger, sino como un Chunin, como un igual.
¿Cómo sabían de ella, cuando no habían tenido noticias sobre la Sarutobi desde que se despidió de ellos una noche?
La respuesta había sido guardada celosamente por alguien que confiaba en ella, alguien que rezaba por su llegada, pero que había sucumbido a la culpa de ver a Shikadai tan afligido después de que Boruto contase su experiencia en ese sueño lúcido, un sueño en el que dijo haber visto una versión rejuvenecida de su difunto padre.
Boruto había jurado una y otra vez que lo que vio no era un simple sueño, defendiendo que reconocía perfectamente el rostro joven de su padre gracias a los recuerdos y fotografías que su madre guardaba.
Fue este relato lo que finalmente convenció a Shikadai de tomar una decisión: debía ir tras Mirai.
Inicialmente, Shikadai había planeado irse solo, pero su equipo se negó a dejarlo partir sin ellos. ChouChou había insistido en unirse, e Inojin había seguido de cerca cada uno de sus pasos.
Mitsuki también se les unió, y aunque Shikadai no sabía exactamente cómo y por qué Sarada y Boruto se enteraron y decidieron venir, no se había tomado el tiempo de preguntar. Estaba más concentrado en alejarse de los terrenos de la anciana.
Llevaban ya una hora de caminata en silencio, una quietud tensa y fúnebre que solo se rompía con el sonido del césped aplastado bajo sus pies. Fue ChouChou quien finalmente rompió el silencio.
— Si vas a estar caminando como un pingüino, mejor no haberme rechazado. — Dijo en un tono susurrado pero firme, dirigiéndose a Inojin. —
Boruto y Mitsuki, que caminaban a ambos lados de Inojin, lo miraron con curiosidad adormilada. Hace más de media hora, ChouChou se había ofrecido a prestarle su capa al rubio ceniza, pero él había declinado repetidamente, insistiendo en que ya tenía la suya propia.
Sin embargo, Inojin caminaba con las piernas juntas, frotándose los brazos y agarrando la tela de su capa para pegarla más a su cuerpo y ganar calor. Su vestimenta, más parecida a un pijama, no era de gran ayuda contra el frío.
ChouChou, aunque también sentía frío, mantenía una compostura mucho mejor. Recordaba con cierta nostalgia las interacciones con la gran anciana, especialmente la comida, que había perdido todo su sabor en los últimos días. Lo único que extrañaba más que eso era su ropa ninja, que ahora parecía tan lejana.
Inojin chistó en respuesta a su regaño. Sus hombros temblaron un poco antes de contestar en tono desdeñoso.
— Cállate, no necesito nada de eso...
ChouChou no estaba dispuesta a dejarlo pasar tan fácilmente.
— No seas orgulloso... ¡Mírate!, vas más lento que Mitsuki y Boruto. — Le recriminó, chocando a propósito con la espalda de Inojin para demostrar su punto. —
Inojin, claramente afectado por el frío, se tensó ante el contacto, pero no respondió. ChouChou tenía razón, y aunque su orgullo le impedía aceptarlo, su cuerpo comenzaba a resentir la decisión de rechazar la ayuda.
Inojin protestaba, rechinando los dientes para ocultar su necesidad de calor. Su cuerpo temblaba ligeramente mientras se esforzaba por mantener la compostura. Finalmente, soltó una queja entre dientes.
— ¡Gorda, no me empujes! — Exclamó, su voz temblando tanto por el frío como por la irritación. — ¡Respeta mi espacio en la formación!
ChouChou, con su característico tono pomposo, respondió rápidamente.
—Yo solo estoy caminando, Inojin. Si alguien no respeta el espacio, eres tú. Estás atravesado en mi camino.
Inojin, sintiendo la necesidad de tener la última palabra, replicó.
—¡No es cierto! ¡Tú eres la que está invadiendo mi espacio!
La pequeña discusión hizo que la caminata cesara abruptamente. Sarada observaba la situación con algo de pena y comprensión, pues ella también tenía frío.
A Pesar de todo, mantuvo su posición al frente, esperando a que la disputa se resolviera. Mitsuki y Boruto también se detuvieron, mirando la escena con curiosidad.
Shikadai, que estaba liderando la marcha, sintió cómo la tensión crecía a sus espaldas.
Aunque no se giró de inmediato, dejó escapar un suspiro y su aura seria comenzó a poner a todos tensos. Finalmente, se volteó lentamente hacia el grupo, su expresión impasible pero sus ojos llenos de Austeridad suprimida.
—¡Silencio! — Exclamó con una voz firme pero no agresiva. — Estamos caminando para evitar encuentros sorpresa, como los que tuvimos en el País del Viento. Sería en vano si seguimos gritando así.
Inojin y ChouChou se estremecieron ante el tono de Shikadai. Inojin, en particular, sintió una ola de culpabilidad al recibir el regaño de su líder. Bajó la mirada al suelo, sintiendo el peso del frío y de la desaprobación de Shikadai.
—Lo siento, Shikadai. — Murmuró Inojin, su voz apenas audible. –
ChouChou, aunque menos afectada, también miró al suelo, evitando el contacto visual con los demás.
—Está bien, solo... sigamos en silencio. — Respondió Shikadai, su tono suavizándose un poco al ver la reacción de sus amigos. — No podemos permitirnos más errores.
El grupo retomó la marcha en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos. La seriedad de Shikadai y la tensión del momento recordaron a todos la gravedad de su situación.
La caminata continuó, esta vez en completo silencio, mientras avanzaban bajo las copas de los árboles.
No pasó mucho tiempo antes de que Boruto decidiera dar su opinión sobre toda la situación, soltando un suspiro al inicio.
—Aún me es difícil de entender. — Comenzó, observando de reojo la espalda de su amigo de la infancia para medir sus reacciones. El tema que iba a tocar se había convertido en un tabú espontáneo en el pequeño grupo, y no quería incomodar a Shikadai, quien había iniciado el proceso de fugarse de la anciana y los demás. — Miran-Neechan es amable y protectora, eso puedo entenderlo. Pero, ¿Irse a escondidas?, Era muy sospechoso y suponía que no estaba haciendo los entrenamientos que decía que estaba haciendo. Pero, ¿Unirse a la clandestinidad? No me espero eso de alguien tan firme y correcta como ella.
—Boruto. — Susurró Sarada, como un llamado dócil de advertencia. –
El rubio entendió el mensaje. No era una advertencia para que dejara de hablar, sino para que tuviera sumo cuidado con sus palabras.
Tenían que, de ahora en adelante, cuidarse entre sí y a sí mismos. Hablarían como si estuvieran siendo escuchados por alguien indeseado, y debían tener cuidado con la información que manejaban.
Shikadai, sin embargo, no mostró ninguna reacción inmediata. Mantuvo su mirada fija en el camino, sus pensamientos claramente ocupados en algo más. Después de unos momentos de silencio, finalmente habló, su voz baja pero firme.
— Mirai siempre ha tenido un sentido fuerte del deber. — Dijo Shikadai. — Si decidió unirse a algo clandestino, debe tener una razón, y no ha de ser buena si no nos la contó.
Sarada caminaba con la mirada fija en la espalda de Shikadai, sintiendo una preocupación silenciosa que la hacía fruncir el ceño ligeramente.
Mientras avanzaban, sus pensamientos se centraban en lo que supuestamente dijo Mirai a la gran anciana: Que estaban dando recompensas por los ninjas del futuro; Su presente.
¿Qué significaba realmente? ¿Por qué Mirai se expondría de esa manera?
— Es muy arriesgado... ¿Por qué la Gran Abuela lo permitiría? — Añadió ella, acercándose un poco al lado de Shikadai, sin desorganizar la formación. — Tenga dieciséis años o no, sigue siendo una refugiada del pergamino, es muy peligroso ir a hacer misiones para gente de poca credibilidad. Ella no es así...
Los demás también observaban a Shikadai, esperando una respuesta.
Las miradas preocupadas de sus compañeros de equipo eran evidentes, especialmente en ChouChou e Inojin, quienes conocían a Shikadai mejor que nadie, además de Boruto. La tensión era palpable, y el silencio entre ellos se sentía como una carga pesada.
Finalmente, Shikadai habló con una serenidad que contrastaba con el ambiente tenso. Su tono era meticuloso, como si cada palabra estuviera cuidadosamente elegida.
— Mirai es una kunoichi talentosa y fuerte, pero también es ingenua. — Dijo Shikadai, sin voltear la cabeza. — Siempre intenta hacer las cosas sola para proteger a otros. Lo sé mejor que nadie.
Todos parecieron entristecerse con esas palabras. Sus sospechas de que Mirai tenía un deber especial con Shikadai, el hijo de su difunto maestro, se confirmaban.
— Recuerden nuestro encuentro con los ninjas en la Tierra del Viento. — Continuó Shikadai. — Parecían tenernos a nosotros como objetivo una vez que reconocieron el uniforme de Mirai como Chunin. Si tomamos en cuenta el tiempo que el padre de Mirai lleva muerto, los uniformes de Chunin son completamente diferentes ahora. Eso significa que esos hombres estaban buscando a personas vestidas como ella: Personas del futuro.
Hubo un corto silencio. Mitsuki, con su imperturbabilidad habitual, se sumó a la conversación.
— El primer hombre no nos atacó hasta que el segundo mencionó la apariencia de Mirai-san. — Comentó Mitsuki. —
Shikadai asintió, deteniéndose y girándose hacia ellos. Su rostro mostraba una ligera arruga de preocupación.
— Mirai nos ha estado mintiendo. — Confesó Shikadai, aunque ya estaba en la mente de todos. — La atrapé saliendo a escondidas. Me obligó a guardar silencio y se negó a decirme adónde iba. La gran anciana estaba al tanto de todo esto.
Inojin y ChouChou se estremecieron, mirando al suelo con culpabilidad. El más afectado era Inojin, no solo por el frío, sino por haber recibido un regaño de un Shikadai de malas.
— Mirai planea ir a misiones clandestinas en secreto, para protegernos de los posibles cazarrecompensas. — Continuó Shikadai. — Pero el motivo de hacer estas misiones aún no está claro. Quiero obtener esa respuesta de ella en persona.
Shikadai los miró a todos, y sus compañeros intercambiaron miradas de lástima por su situación.
La carga de la verdad pesaba sobre ellos, pero también les daba un propósito claro. Con una mirada serena, Shikadai reafirmó su decisión de enfrentar a Mirai, no solo como un niño al que juró proteger, sino como un igual.
— ¿Y cómo se supone que llegaremos hasta allá? — ChouChou llamó la atención de todos, levantando las manos en un gesto de desconocimiento. Su capa cubría toda la parte superior de su cuerpo, haciéndola parecer una muñeca rusa. — Mejor dicho, ¿Qué se supone que hagamos una vez lleguemos allá?, No es como si nos fueran a permitir la entrada en la casa del señor feudal solo para hablar con Mirai-san, ¿No?
En los últimos días, Shikadai había estado reflexionando sobre Mirai y su escapada.
¿A dónde iría? ¿Cuál sería el primer lugar al que recurriría ella, alguien refugiada por el pergamino, e igualmente en peligro que ellos?
Evidentemente, Mirai, al igual que ellos, era nueva en este tiempo. Ya no había familia ni nadie en el exterior que la respaldara.
Shikadai no tenía un punto de partida para buscarla. Incluso si la idea de fugarse tras ella y buscarla hubiera pasado por su mente mucho antes, no sabría por dónde empezar su búsqueda.
Tomando en cuenta muchos puntos en contra, no estaría seguro buscando peligro afuera, sobre todo porque Mirai podría volver antes de que él se diera cuenta. Pero el motivo y el destino que había apuntado fueron revelados por la persona menos esperada en su extenso grupo de amigos.
ChouChou había planteado su incógnita, repitiendo al pie de la letra lo que Suzumeno Namida les había confesado.
— Escuché que se dirigía a la residencia del señor feudal del País del Fuego. Ella nunca estuvo haciendo ningún entrenamiento. — Namida parecía querer romper en llanto, pero se había contenido. — La Abuela mencionó algo de una misión... Y Mirai-san pareció realmente triste cuando le mencionó que muchos como nosotros habían sido asesinados... Waa~.
Los llantos de Namida, la castaña, eran minúsculos y solo se presentaban en pequeños jadeos suprimidos. Era un intento vago de afrontar la verdad que la había estado carcomiendo desde la noche en que Mirai llegó y no cenó con ellos.
Namida se había enterado de la verdad tras las faltas de noticias, cuando siguió a Mirai para ofrecerle su parte de la cena, solo para terminar escuchando su conversación con la Abuela a escondidas.
Escuchar la verdad detrás de la sonrisa de la Sarutobi influyó en que no solo Shikadai estuviera decidido en lo que quería hacer, sino que también ayudó a Mitsuki a encontrar un motivo para dejar de seguir con esta monotonía.
Todos los que se negaron a continuarla habían llegado a esa conclusión en el bosque. Solo cuando Namida se acercó a él para confesárselo todo, estando a pocas horas de llegar al escondite, se dio cuenta de que no podrían ser los únicos que pensaban lo mismo.
Namida había notado el comportamiento extraño de Mirai y decidió investigar. Siguiendo a Mirai hasta una de las salidas subterraneas, la castaña confirmó sus sospechas cuando escuchó la discusión entre Mirai y Shikadai.
Durante los días siguientes, Namida observó a Shikadai en silencio, viendo la preocupación en sus ojos verdes. Ella sabía que Shikadai no era del tipo que se quedaría esperando que las cosas simplemente sucedieran.
Así que, una noche, cuando vio que Shikadai se escabullía temprano mientras los demás dormían, decidió seguirlo.
Namida, escondida detrás de la pared, en el pasillo, escuchó la conversación entre Shikadai y Mirai.
Mirai le ordenó a Shikadai guardar silencio sobre su misión, y aunque Namida se asustó, regresó a su lugar para fingir que dormía. Sin embargo, no podía quedarse callada por más tiempo; necesitaba compartir lo que sabía.
Cuando finalmente encontró el coraje, se acercó a Shikadai y le confesó todo. Shikadai quedó pálido ante las palabras de Namida, quien era conocida por acobardarse en los momentos más inoportunos.
Sin embargo, en este momento, Namida estaba decidida y no derramó ni una lágrima (Al menos, no cuando se presentó frente a Shikadai) mientras le hablaba.
Shikadai comprendió la gravedad de la situación. Mirai estaba en peligro y ellos también. Sabía que no podían simplemente esperar a que las cosas sucedieran. Namida le había prometido no delatarlos y, si era posible, hablar con la gran anciana solo si no recibían noticias de ellos en tres días.
— Les deseo buena suerte... y cuídense mucho. — Les dijo Namida antes de que se marcharan. —
Namida asintió firmemente, con una mirada decidida, indicándoles que avansaran sin miedo. Incluso ella estaba decepcionada de que Mirai no la hubiera considerado lo suficientemente importante como para advertirle que no se metiera en el asunto.
— La esposa del señor feudal... — Murmuró Sarada. —
Shikadai percibió el escrutinio en los ojos de Sarada al recordar las palabras de Namida. Namida les había contado todo, hasta el más mínimo detalle que pudo escuchar gracias al eco en el solitario pasillo.
Sarada suspiró, arrugando el rostro con preocupación. Había puesto en palabras lo que todos estaban pensando.
— Incluso si tuviéramos una idea de dónde podría estar... — Dijo con evidente dolor en su voz. — Estamos en el pasado, a más de diez años de nuestro tiempo original. Muchas cosas no son como en casa.
— Y es posible que no solo el camino hasta la residencia del señor feudal sea diferente. — Añadió Mitsuki con descontento. — La guerra nos quitó muchas cosas, incluido el terreno. Incluso después de la guerra, ocurrieron eventos naturales que obligaron a los altos mandos del país a cambiar de sitio. Toda la información que tenemos ya no nos sirve de nada.
De pie, formando un semicírculo, todos miraron al suelo con desgana. Mitsuki tenía toda la razón. Shikadai, aunque no era un genio absoluto y conocedor de los secretos mejor guardados de la aldea, ahora se sentía completamente inútil, incluso con la poca información que tenía de su padre.
— El señor feudal es una figura importante. — Dijo ChouChou cerrando los ojos sin ganas. — Si yo fuera él, tengan por seguro que no tendría solo una casa para vivir.
Inojin se contuvo de criticar su lenguaje hacia una figura tan importante como el señor feudal, pero sabía que no estaba en posición de defender esa idea. Este no era su tiempo y no era su responsabilidad tener el mismo respeto hacia las autoridades que alguna vez tuvo.
— Namida mencionó algo... — Boruto se cruzó de brazos bajo su capa y cerró los ojos con especulación. — Que Mirai-neechan se estaba preparando después de que la abuela preguntara por ello.
— Oh, sí. — Afirmó Sarada dando un paso adelante. — Es posible que ya tuviera la información de antemano.
ChouChou puso los ojos en blanco.
— Así es. — Interrumpió Inojin con tono agudo, mirando de reojo a ChouChou con cansancio rencoroso por el empujón anterior. — Mirai-san va varios pasos por delante de nosotros.
Él apartó la mirada desdeñosamente, mientras ChouChou se lamentaba en su propio desánimo, casi derritiéndose por haber dejado un escondite repleto de recursos atrás.
Pocos conocían con exactitud la dirección de la gran vivienda del distinguido señor feudal. Lamentablemente, ninguno de ellos estaba en ese grupo de "pocos".
— Si tan solo Hoki hubiera venido con nosotros... él sabría qué hacer.
El comentario de Boruto llamó la atención. No solo hizo que Inojin frunciera levemente el ceño incómodamente, sino que Sarada también captó la verdad de su adulación antes de que el rubio pudiera explicarse.
— Con la memoria que tiene, te aseguro que Hoki tendría una idea de por dónde empezar. — Dijo Boruto, estirando los brazos detrás de la cabeza. — Solo necesita ver algo una vez para recordarlo todo.
— ¿No es como tu Sharingan, Sarada? — Preguntó ChouChou, inclinándose hacia adelante como si lo que dijera fuera una revelación. —
Sarada infló ligeramente las mejillas en una pequeña protesta y cerró los ojos. Inojin se adelantó, encogiéndose para calentarse un poco.
— Debo estar agradecido de que tú no hayas ideado esta fuga, Gordita. — Murmuró Inojin entre dientes. —
— ¡¿Ah?! — ChouChou puso los ojos en blanco e Inojin apartó la mirada con desdén, aunque había ganado un poco de calor y no se movió cuando ella acercó su rostro al suyo. — Pudiste haber rechazado venir en el primer momento, ¡Mira que dudar de Shikadai...!
El llamado de Shikadai, cuyo rostro mostraba que su mente estaba en otra parte, hizo que todos se voltearan. ChouChou solo se enderezó.
— ¡No estoy diciendo nada malo! — Refunfuñó, lanzando una mirada despectiva a Inojin. — Vino con nosotros por lealtad, pero seguro que es el que tiene más miedo de los seis.
Inojin se tensó, y con un ligero rubor mezclado con la palidez por el frío, apretó su capa para encarar a ChouChou. Pero solo pudo soltar un jadeo, tanto por el frío como por la falta de palabras.
En su segundo intento de responder, cuando el equipo siete los observaba con pena, fueron interrumpidos por la cercanía de Shikadai. El equipo siete estaba lo suficientemente cerca para escucharlo.
— ¿Será mucho pedir que no solo guarden silencio, sino que también eviten mencionar cualquier tabú? — Al ver las expresiones confusas de sus compañeros y percibir el silencio atento del equipo siete, Shikadai suspiró, masajeándose el puente de la nariz. — La familia de Sarada, su ascendencia, la nuestra... no mencionen nada que involucre a alguien del pasado, ¿Entendido?
Pasaron solo un par de segundos antes de que ChouChou se diera cuenta de su error y se cubriera la boca. Le lanzó una mirada de disculpa a su amiga, quien le respondió con una sonrisa tonta.
— Todo esto es muy delicado. — Continuó Shikadai, girándose para mirar a Sarada. Boruto se hizo a un lado para asomarse por encima del hombro del Nara, haciendo una mueca. El tono de Shikadai era de absoluta seriedad, como el de un capitán. — Por nada del mundo usemos nuestros nombres si no es necesario, y tampoco mencionen a sus familias. Algunos de nosotros tenemos temas familiares que no se resuelven para este tiempo... no queremos tentar al destino.
Comprendiendo el mensaje, Sarada miró al suelo. El mensaje era para todos, porque, aunque ella era la hija de un hombre cuya vida fue la única salvada en la masacre de su clan, los demás tenían sus propias historias.
Boruto era el hijo de un Jinchūriki, y los obvios problemas de la ascendencia de Mitsuki tampoco ayudaban.
El equipo InoShikaChou no estaba exento. Aunque el equipo siete pudiera pasar desapercibido con éxito debido a la desconexión de sus padres con temas políticos en su Adolescencia, el equipo diez no tenía la misma suerte. Las tres familias estaban profundamente involucradas en la protección de Konoha, y el país entero los reconocía, incluso más allá de sus fronteras.
Que se supiera de un trío de niños con apellidos de familias prestigiosas llamaría la atención, y podría llegar a oídos de una Konoha que estaba metida en muchísimos conflictos, como para tratar ahora con un futuro destruido por un cataclismo.
Shikadai no quería pensar en eso, ni en su familia, ni en Konoha. Como dijo, era mejor no tentar al destino y seguir con su objetivo. Había que encontrar a Mirai, sin desviaciones.
Ya nada los conectaba con esa aldea... ya no era su hogar. No tenían nada que hacer allá. La misma Gran Abuela se los había explicado un montón de veces, y hasta Shikadai, que era reacio a creerle cada una de sus palabras, tomó en cuenta esas, con mucho recelo.
— ¿Qué se supone que hagamos ahora? — Boruto, el mayor de los hijos biológicos del fallecido Séptimo Hokage, había hablado con un poco de torpeza, en un tontísimo intento de no mirar a Sarada entre ellos. Percatándose de la intención, o no, Shikadai le puso toda su atención. — ChouChou tiene razón. Incluso si logramos localizarlo, no nos dejarán entrar.
— Y Mirai-san no está buscando al señor feudal, ni a su esposa. — Añadió Mitsuki. — Recuerden que está buscando el regalo de bodas. Puede estar en cualquier lugar, incluso si los dueños no están.
El resoplido escupido por el Nara de ojos verdes atrajo miradas tristes de sus amigos. No solo ya no podían volver atrás y disculparse con la Gran Abuela, sino que estaban varados sin un destino claro frente a ellos.
Él lo había decidido, se había decidido después de pensarlo mucho él mismo, y luego sus amigos se unieron sobre la marcha, después de que Namida revelara la verdad.
No quería ser protegido y continuar autoproclamándose un Chunin; porque uno verdadero no se quedaría escondido bajo tierra, esperando a que los que murieron en su presente peligren por circunstancias que se pueden evitar.
Recordó el momento en el que Mirai, la chica que era una parte del brillo en los ojos de su padre, abandonó el refugio a espaldas de los demás, reclamándole al Nara el silencio absoluto.
La sensación de impotencia asfixiante, de tener ya un título como Chunin; el reconocimiento de un Hokage, que lo veía como un adulto en la labor, como a todos los demás que lucían un uniforme... y terminar siendo regañado, obligado a callarse sus protestas y opiniones.
¿Qué hubiera pasado si Mirai hubiera tomado en cuenta sus opiniones? ¿Y si Shikadai hubiese aceptado colaborar con ella? ¿Qué hubiera planeado?
Quizás no tenía la mente de alguien que podría alcanzar los estándares promedio de su padre, quien fue reconocido como el genio de su generación cuando tenía la edad de Shikadai; pero hasta él, que había sido criado y educado por aquel dichoso hombre, podía reconocerse como alguien apto para contraatacar desde el campo que más manejaba su familia: las sombras.
Pero Mirai no lo veía de esa manera... Mirai lo veía como el hijo de su maestro; el niño vestido de Chunin, que había jurado proteger a costa de su vida.
Pudo haberla detenido desde el primer momento, incluso haberle advertido a los demás a espaldas de la anciana. No obstante, así como la misma Mirai le había dicho, Shikadai era lo suficientemente inteligente para considerar las consecuencias.
No sería conveniente que la situación oscureciera, con Mirai jugándosela en el exterior y exponiendo sus mentiras a ninjas jóvenes que se creerían con el derecho de seguirla, así como él.
No quería que las muertes de sus preciados camaradas fuesen su culpa. Si había que tomar riesgos, los tomaría solo. ChouChou e Inojin se subieron al bote de un solo pasajero, para hacer de motores con lo poco que tenían, porque se negaron a dejarlo solo.
Boruto y su equipo se unieron después.
Entonces, ¿por qué se sentía así? ¿Por qué se sentía indispuesto a continuar, cuando claramente quería hacerlo más que cualquier otra cosa?
Muy dentro de él, el concepto observaba, flotante, su ser con un repudio rencoroso. Ese concepto tenía un nombre al que le temía hacer mención: Culpa.
¿Estaría su padre orgulloso de él si desobedecía las órdenes de quien le había jurado proteger a su hijo? ¿O apoyaría sus decisiones?
Shikadai no lo sabía, porque nadie podía aconsejar a los que aún seguían vivos.
— ¿Shikadai? ¡Oye! — Para cuando el ex heredero de la casa Nara regresó a la realidad, Boruto lo observaba con duda frente a él. — ¿Qué te sucede? ¡No puedo permanecer tan tranquilo si estás así de perdido!
El panorama le resultó ligeramente diferente, como si hubiera sido alterado en sus momentos de ausencia mental.
Cuando el de los ojos verdes paseó su mirada detrás de su amigo Uzumaki, allí se encontraban los demás: de cuclillas en un círculo, viendo en el centro un pergamino que se abría a medias para no malgastarlo. Reconoció el pergamino como una de las pertenencias de Inojin.
Iba a preguntar, pero Boruto resopló antes de que pudiera hacerlo.
Eran amigos desde muy pequeños, al igual que la mayoría de los presentes. Pero ambos compartían una conexión casi invisible, que los conectaba a sus equipos y entre sí.
En otras palabras, ambos podían comunicarse lo que sus equipos no podrían escuchar, y Shikadai lo sabía.
— Sarada está enumerando todos los puntos que recuerda, al menos así tendremos una guía.
— ¿Tuvo en cuenta los cambios en el terreno? ¿De que las coordenadas pueden ser diferentes? — Preguntó el pelinegro, poniéndose una mano en el mentón, lo cual no era nada bueno. —
Boruto solo pudo resoplar de nuevo, pero con un cansancio ahora más notorio que antes.
— Oye, no soy quién para juzgarte porque nuestra situación ya es bastante mala, pero... ¿No te estás precipitando mucho? ¿Desesperando?
Mientras Boruto decía estas palabras, Shikadai supo hacia dónde se dirigía e intentó restarle importancia encaminándose hacia los demás, pero fue detenido con un agarre de hombro. Boruto mostró una firmeza en su tono.
— Espera, ¿no eres tú el que siempre me decía que la falta de paciencia nunca traía nada bueno? ¿Qué te está pasando?
Shikadai refunfuñó, consciente de que no podía escapar del escrutinio de Boruto. Se giró hacia él, sintiendo la presión de mantener la calma mientras su mente estaba en un torbellino.
— Es difícil mantener la compostura. — Murmuró Shikadai, su voz apenas un susurro. — Todo esto no me huele bien, Boruto. Tenemos que aproximarnos a un solo lugar, pero llevarnos a todos juntos sería demasiado arriesgado. Pero si nos separamos, también corremos peligro de aglomerar el problema en diferentes puntos.
Boruto asintió, su expresión igualmente preocupada.
— Lo sé, Shikadai. También siento que esto es arriesgado, pero no podemos quedarnos sin hacer nada.
Shikadai miró a los demás, observando cómo Sarada daba instrucciones a Inojin para trazar un mapa a partir de sus recuerdos vagos.
— Lo que dijo Namida sobre los ninjas como nosotros siendo asesinados por cazarrecompensas... — Continuó Shikadai, su voz temblando ligeramente. — Me tiene desconcertado por muchas razones.
Boruto se quedó mirándolo, sus ojos reflejando una mezcla de preocupación y comprensión. Parecía querer decir algo, añadir alguna palabra de consuelo o estrategia, pero se lo guardó, mordiéndose el labio con ansias.
Shikadai se chupó el labio mientras observaba a todos en cuclillas, tratando de contener la creciente ansiedad que sentía en su interior. Cerró los ojos por un momento, ordenando sus pensamientos, y luego se acercó al grupo.
— ¿Cómo les va? — Preguntó, intentando mantener su voz firme a pesar de la inquietud que lo carcomía por dentro. —
Todos levantaron la mirada al notarlo, y Sarada fue la primera en apresurarse a explicar, con una mezcla de nerviosismo y esperanza en su voz.
— Lo siento por romper la formación. — Dijo, inclinando ligeramente la cabeza en una disculpa amistosa. — Recuerdo algunas zonas donde mi madre mencionó que el señor feudal tenía residencias, basándonos en conversaciones sobre sus días de ninja y después de la guerra. Podríamos descartar los lugares menos probables y enfocarnos en los más antiguos.
ChouChou suspiró, mostrando su desánimo al escuchar la sugerencia.
— Pero investigar todos esos puntos nos llevará mucho tiempo. — Expresó con preocupación, mirando a sus compañeros, con un dedo en los labios. — Mirai seguramente regresará al escondite mucho antes de que terminemos.
Sarada negó suavemente y levantó una mano, pidiendo atención. Con movimientos decididos, tomó el pergamino que Inojin había usado para dibujar un mapa improvisado y lo extendió cuidadosamente en sus manos. Los demás se acercaron, curiosos, mientras ella se lo mostraba a Shikadai.
— Mirai-san fue muy discreta al ocultarnos su escapada. — Explicó Sarada, señalando con el dedo varios puntos en el pergamino. — Pasó la noche con nosotros y no la vi hasta la noche siguiente, excusándose con que estaba entrenando. Siendo Mirai-san, estoy segura de que la anciana la protegería con una mentira corta pero creíble. Por eso no creo que la misión durase más de tres días.
Shikadai frunció el ceño, tratando de entender el razonamiento detrás de sus palabras.
—¿Cuál es la fuente de esa conclusión? —Preguntó, queriendo asegurarse de que entendía bien. —
Sarada asintió con serenidad y señaló un punto específico en el mapa improvisado.
— La residencia más cercana está a tan solo un día y medio de aquí. — Explicó con calma. — Incluso tres días serían suficientes para que Mirai fuera y regresara diciendo que venía de entrenar. Tenemos que pensar desde la perspectiva de la anciana, quien la protegía con sus mentiras.
La atmósfera se llenó de una mezcla de sorpresa y admiración. Todos estaban impresionados por la deducción de Sarada, especialmente Shikadai. La claridad de su razonamiento ofrecía una nueva esperanza y dirección para el grupo.
Por un momento, la tensión disminuyó mientras se enfocaban en su nueva estrategia. La expresión de Shikadai se suavizó, sintiendo que por fin tenían un plan viable. Miró a sus compañeros, reconociendo el esfuerzo colectivo y la determinación en cada uno de ellos.
Shikadai sintió una pequeña ola de alivio al ver que al menos tenían un plan gracias a la teoría de Sarada. Sin embargo, la inquietud no lo abandonaba.
La idea de moverse todos juntos hacia un solo lugar le parecía peligrosa. Al mismo tiempo, dividirse y dispersarse aumentaría el riesgo para cada uno. Esta lucha interna le recordaba lo mucho que quería ser útil y, al mismo tiempo, la necesidad de confiar en sus compañeros.
Siempre había sido meticuloso y estratégico, siguiendo las enseñanzas de su padre. Pero ahora, más que nunca, comprendía que confiar en el juicio de sus amigos era tan importante como confiar en el suyo propio. Decidió que tenía que ser valiente, no solo en la acción, sino también en la confianza.
Miró a Sarada, decidido a aclarar cada detalle.
— Sarada, ¿Alguna vez has visto esa residencia en concreto? — Preguntó con un tono que denotaba tanto urgencia como calma calculada. —
Sarada frunció el ceño, pensando, y luego emitió un pequeño sonido reflexivo.
— Creo recordar haberla visto en fotos cuando Shino-sensei nos daba clases en la academia. — Dijo, sus ojos brillando con la memoria. — Era un edificio realmente antiguo, más o menos de la era del Primer o Segundo Hokage.
Shikadai asintió, queriendo asegurarse de que no dejaban cabos sueltos.
— Piensa bien, necesitamos estar seguros. — Insistió. —
Sarada asintió con determinación y guardó el pergamino en su bolsillo. Shikadai miró a los demás, notando su atención expectante. Respiró hondo y habló en voz alta, con una serenidad que apenas ocultaba su incomodidad.
— Necesitamos equipamiento rápido. — Dijo, haciendo una mueca al recordar cómo todas sus armas ninja y ropas fueron confiscadas. Se llevó una mano a su bolso Ninja, como acto de reflejo. — Tenemos solo un par de Kunais cada uno...
La atmósfera se llenó de una tensión renovada mientras todos asimilaban la situación. La falta de equipamiento adecuado era un problema serio, pero la determinación en los ojos de sus compañeros le dio a Shikadai un rayo de esperanza.
Ojalá permaneciera así para siempre.