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92.26% Alma Negra / Chapter 179: 179

บท 179: 179

—No sé de qué habla, Sra. Frost.

—Su descaro no tiene límite. Desde que llegó a esta empresa, no crea que no me he dado cuenta de como trata de seducirlo. Está aquí para trabajar, no para coquetear y tratar de robar maridos ajenos.

—Está malinterpretando las cosas, se lo juro. No estoy interesada en su esposo, yo solo necesito el trabajo.

—Si quieres mantenerlo, te sugiero que comiences con ocultar tus hormonas revueltas. El aroma a perra barata emerge de tu piel, mujer— me levanté del escritorio, y caminé hacia ella—. No suelo advertir, pero te estoy dando una oportunidad de que te controles— me acerqué a su oído—, no la desperdicies. No querrás experimentar de lo que soy capaz con tal de sacar a los estorbos de mi camino y, más, si se tratan de meter con mi hombre. Primera y última advertencia, ahora lárgate.

—Permiso, Sra. Frost— bajó la cabeza, y salió de la oficina.

No tiene la marca, pero algo anda mal con esa tipa. No me gusta para nada. También han habido varias cosas extrañas; unos número que no me cuadran de las ventas que hubieron hace dos meses atrás. Los documentos originales parecían alterados, pero es algo que aún no le he comentado a John; aunque sé que debería, pero necesito estar completamente segura de las cosas antes de actuar.

Fui a la oficina de John y le pedí que se quedara con los niños, mientras salía a hacer unas diligencias de la empresa, para así poder hablar con una amiga que hice cuando estaba bajo el mando de Sebastián. Hace mucho no me encontraba con ella y estuvimos incomunicadas por varios meses, pero ella y Kian éramos buenas amigas. Ella está encargada de uno de los grupos que le pertenecían a él y, que para aquel tiempo, yo manejaba.

—Hace mucho no tomábamos algo juntas, Jinx.

—Así es, he estado tratando de cambiar mi vida.

—¿Soy yo o te ves preocupada? ¿Pasa algo?

—Quiero que me ayudes a investigar una chica; resulta que tiene sus malditos ojos puestos en mi esposo.

—¿Y por qué no has hecho nada? ¿Qué te detiene?

—Porque no quiero que mi esposo vuelva a sus andanzas, pero tampoco quiero yo hacerlo.

—Las personas como nosotros no cambiamos. Aunque trates de mantener una vida tranquila, no la van a tener por mucho tiempo. Kila sabe que fuiste tú quien mató a nuestro amo e incluso tuviste que ver con la muerte de la gata. No los han encontrado porque la suerte está a tu favor, pero no siempre la tendrás. Sabes que cuentas con todas nosotras, y hablo por el grupo, cuando digo que nos haces falta. Si nos unimos nosotras, podemos luchar contra los demás y salir victoriosas, pero así sola, no creo que puedas. Te veo como una hermana, estuvimos casi un año juntas. ¿Por qué no lo consideras? Regresar sería una buena idea y, así, puedes defender a tu familia de esa guerra que se aproxima, Jinx.

—No, no puedo. No solo me estaría fallando a mi misma, sino también a mi familia. Decidimos tener una mejor vida mientras se pueda y no quiero echar las cosas a perder.

—Solo piénsalo.

—No hay nada que pensar, solo quiero que me ayudes con esa mujer. Quiero que investigues sobre ella. Te daré sus datos y así me consigues todo.

—De acuerdo, lo haré por ti.

John:

—¿Necesita ayuda con los bebés? Han estado llorando mucho.

—Es porque su madre no está, pero ya están más calmados. ¿Dónde se habrá metido? Mira la hora que es, y ella ha tomado mucho tiempo.

—Durante el embarazo hacía lo mismo, tenía este tipo de salidas extrañas. Me pareció verla salir nebulosa. Sus hijos deben tener hambre, será mejor que la llame.

—No te estoy pidiendo que opines en mis asuntos, vete a trabajar.

—¿Realmente no necesita mi ayuda? — colocó la mano en el escritorio y la miré serio; cuando planeaba decirle algo, Daisy entró.

—Lo siento mucho, ya terminé lo que tenía que hacer. ¿Interrumpí algo?

—No, ¿Dónde estabas? Tardaste demasiado.

—Te dije antes de salir que estaba solucionando unas cosas de la empresa, pero ya terminé todo— se acercó, y se sentó en mi regazo, colocando sus brazos alrededor de mi cuello—. ¿Me extrañaste, amorcito? — me besó, y sabía muy bien sus razones—. ¿Te puedes largar? Estorbas— miró a la asistente, y sonrió.

—Permiso— la asistente salió de la oficina.

Cada día que pasa se vuelve más agresiva y celosa.

—¿Sigues con los celos, linda?

—Eres mío, no lo olvides.

—Quiero hacerte una pregunta, y espero me la contestes sinceramente; ¿Qué estabas haciendo?

—Me fui a encontrar con una vieja amiga.

—¿Vieja amiga?

—Sí.

—¿Y desde cuándo tienes amiga?

—Fue una de mis subordinadas cuando estuve bajo el mando de Sebastián.

—¿Y qué demonios hacías encontrándote con ella?

—No te molestes, solo quería que habláramos un poco. Hace tiempo no la veía.

—Espero no me estés mintiendo. Tú mejor que nadie sabes que odio las mentiras.

—Deberías comenzar por cuidarte de esa zorra, que solo quiere comerte y no disimula— se levantó de encima de mí, y caminó a la cuna—. Los voy alimentar, sigue trabajando, cielo.

Sigo pensando que algo me esta ocultando, y juro que lo voy a averiguar.


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