La ciudad de Toronto presenciaba el renacer de la primavera con la misma magia que siempre había tenido. Los árboles florecían, las calles se llenaban de color y vida, y en medio de ese escenario, dos jóvenes caminaban juntos. Lucía Alcántara, con su cabello castaño ondeando al viento y su risa melodiosa, era la imagen misma de la juventud y la belleza. A su lado, Juan Ignacio Bermúdez, con su mirada soñadora y sus ojos verdes, caminaba tomado de la mano de la chica que le había robado el corazón desde que eran unos niños.
Lucía y Juan Ignacio se conocían desde la infancia. Sus padres eran amigos de toda la vida y habían emigrado de México a Toronto cuando tenían tan solo 5 y 7 años, respectivamente. Los padres de ambos creían que a medida que crecieran, Lucía y Juan Ignacio se convertirían en una hermosa pareja, y su cercanía los haría más que amigos, casi familia. Pero el destino, con su toque de ironía, tejía un camino lleno de desafíos.
"Lucy, ¿te imaginas vivir juntos algún día?" Juan Ignacio preguntó, mirando el horizonte con una sonrisa.
"Sí, Juanchi, sería un sueño hecho realidad", respondió Lucía, con los ojos brillando de anticipación.
Caminaban juntos por el parque, disfrutando del sol de la tarde y de la compañía del otro. La vida era simple y llena de promesas. Sin embargo, como todas las historias, la de Lucía y Juan Ignacio estaba destinada a enfrentar pruebas.
El día en que Juan Ignacio cumplió 18 años marcó un punto de inflexión en sus vidas. Había recibido una oferta que no podía rechazar: una beca para estudiar música en Ámsterdam y una oportunidad laboral que lo acercaría un paso más a su sueño de convertirse en una estrella musical.
"Lucy, no puedo creerlo. Me han ofrecido una beca y un contrato para trabajar en Ámsterdam. Es la oportunidad con la que siempre he soñado", dijo Juan Ignacio, mirando a Lucía con emoción y ansiedad en sus ojos.
Lucía asintió, tratando de mantener una sonrisa en su rostro, aunque en su interior sentía que el mundo se le venía abajo.
"Es maravilloso, Juanchi. Estoy muy feliz por ti".
Los días pasaron volando, y el momento de la despedida se acercaba rápidamente. Lucía y Juan Ignacio pasaron muchas noches discutiendo cómo mantendrían su relación a distancia, sus planes para el futuro y cómo algún día estarían juntos en Ámsterdam. Pero la realidad resultó ser más complicada de lo que habían imaginado.
Finalmente llegó el día de la partida. El aeropuerto estaba lleno de emociones encontradas. Lucía miró a Juan Ignacio, con sus ojos verdes determinados pero tristes.
"Voy a extrañarte mucho, Juanchi".
Juan Ignacio la abrazó con fuerza y le dio un beso en la frente.
"Yo también te extrañaré, Lucy".
Lucía asintió, sabiendo que no podía pedirle que renunciara a su sueño por ella. Se despidieron con lágrimas en los ojos, y Juan Ignacio partió hacia Ámsterdam, dejando atrás a la chica que aún ocupaba un lugar en su corazón.
Los meses se convirtieron en años, y la distancia entre Lucía y Juan Ignacio se ampliaba cada día más. A pesar de sus promesas de mantener su relación, el tiempo y la distancia comenzaron a desgastar su amor.
Las videollamadas se hicieron menos frecuentes y los mensajes de WhatsApp se redujeron a monosílabos y emoticones. Lucía seguía los conciertos de Juan Ignacio en Ámsterdam a través de su Instagram, viendo cómo se convertía en un exitoso músico. Pero en su corazón, algo estaba cambiando.
Un día, mientras miraba las fotos de Juan Ignacio en el escenario, una sensación de soledad y tristeza la invadió. Lucía se dio cuenta que la distancia había dejado un vacío de seis mil kilómetros de distancia entre sus corazones, pero a pesar de la distancia y la separación, su amor por Juan Ignacio no se desvanecía.
Del otro lado del charco Juan Ignacio había notado de hacia algunos meses que su amor a distancia se estaba convirtiendo en solo un primer amor de juventud, un amor que decides olvidar. Sus compromisos y la vida despreocupada que está viviendo, no encajaban con las dulces ilusiones hechas con Lucia. Ninguno de los dos había pronunciado la palabra "fin". Seguían siendo amigos, pero para Lucía, era mucho más. Y así, después de un período de negativas ocasionales y evasivas por parte de Juan Ignacio, Lucía tomó una decisión que cambiaría sus vidas por completo.
Se esforzó y logró una beca en la Universidad de Ámsterdam para estudiar Artes Audiovisuales, compaginando así su pasión por el arte con la posibilidad de estar cerca de Juan Ignacio, creando sus videos y cumplir su sueño de amor. Lo que ella no sabía era que su llegada a Ámsterdam desencadenaría una serie de eventos que desafiarían su amor a distancia y la lanzarían a un mundo de casualidades y desafíos inesperados.
Lucía aterrizó en Ámsterdam, con una maleta inmensa llena de ilusiones y dos bolsos de mano cargados de expectativas. Con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho, llegó finalmente a la puerta blanca del apartamento que sabía que Juan Ignacio ocupaba en la ciudad de los canales. Se había convertido en una sorpresa que planeaba para su amado, pero lo que encontró en el umbral de esa puerta no era lo que esperaba.
Juan Ignacio, en el interior del apartamento, estaba apurado y abotonándose la camisa mientras hablaba con alguien. Creyendo que era Luis Andrés, su productor musical, quien había quedado en buscarlo, abrió la puerta sin mirar.
"Estoy casi listo, Luis Andrés", dijo Juan Ignacio, sin prestar atención a la persona que estaba en la puerta.
Sin embargo, cuando sus ojos se posaron en la visita inesperada, la sorpresa le hizo soltar el botón de su camisa. La sonrisa que había estado en su rostro desapareció.
Lucía, con el rostro iluminado de alegría por haber llegado a Ámsterdam, se encontraba parada en la puerta, mirando a Juan Ignacio. Pero lo que la dejó sin aliento fue la figura de Jen, una modelo rubia despampanante, que estaba a medio vestir detrás de Juan Ignacio.
"¿Qué está pasando aquí?" susurró Lucía con voz temblorosa, sintiendo que su mundo se desmoronaba.
La tensión en la habitación era palpable. Juan Ignacio intentó explicar, pero las palabras parecían no salir. Jen miraba a Lucía con una expresión desafiante.
"Lucía... ¿Qué haces aquí?" Juan Ignacio preguntó, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
La mirada de Lucía se desvió hacia la rubia, y ella pareció ignorarla al preguntarle a Juan Ignacio: "¿Y quién es ella, cariño?"
Juan Ignacio no la escucho o intentó ignorarla: "Lucía, déjame explicarte...". No sabía porque ella se encontraba allí y no en Toronto y porque si ya su noviazgo para él había terminado, sentía tanto remordimiento.
La tensión llenó la habitación cuando Jen comenzó a recoger su ropa, visiblemente incómoda por la situación.
Pero para Lucía, las palabras ya no importaban. La realidad era que su novio estaba con otra mujer, y las explicaciones sonaban huecas. Antes de que pudiera decir más, Lucía dio un paso atrás, con lágrimas en los ojos y el corazón destrozado. "No necesito una explicación. Creo que fue un error venir sin avisar ", murmuró mientras salía de la habitación y de su vida.
Salió corriendo del edificio con sus maletas, sin rumbo fijo, sintiendo el dolor de la traición quemando en su pecho. Sus lágrimas se confundían con la lluvia que comenzaba a caer, empapando su ropa y su rostro.
Mientras tanto, en el estacionamiento del edificio, un Luis Andrés despreocupado maniobraba su automóvil, ajeno a lo que ocurría en el interior. Sin embargo, cuando Lucía salió corriendo del edificio, él no la vio.
Lucía miró a Luis Andrés, y sus ojos almendrados mostraban la tristeza y el enojo que sentía en ese momento. Estaba molesta por la sorpresa desagradable que había encontrado en el apartamento de Juan Ignacio y no tenía paciencia para lidiar con un desconocido en ese estado de ánimo. Luis Andrés, por su parte, la miró con recelo, pensando que había tenido un encuentro cercano con una mujer que parecía estar en medio de una pelea doméstica.
Luis Andrés se bajó del automóvil, con una expresión de preocupación en su rostro. El frenazo repentino del vehículo evitó una tragedia, y Lucía se encontró a sí misma frente a frente con el hombre.
"Dios mío, ¿estás bien?" preguntó Luis Andrés con molestia y preocupación, sin darse cuenta de que Lucía se había salvado por poco de ser atropellada.
Lucía asintió débilmente, sintiéndose herida y abrumada por todo lo que acababa de suceder. No tenía idea de quién era el hombre frente a ella, pero en ese momento, no quería que nadie la compadeciera. Se secó las lágrimas con la mano y decidió que era hora de marcharse. No iba a quedarse allí para ser juzgada por un desconocido.
"Estoy bien, gracias", murmuró Lucía con frialdad, y se dirigió a la acera, cargando sus maletas con determinación.
Luis Andrés la miró alejarse, sintiéndose confundido por la situación. No entendía del todo lo que acababa de presenciar, pero estaba claro que Lucía había salido del edificio enojada y herida.
Para Lucía, caminar bajo la lluvia tenía un sabor agridulce. Sentía el peso de la traición de Juan Ignacio en su corazón, pero también una sensación de liberación. Había tomado una decisión audaz al mudarse a Ámsterdam para sorprender a su novio, y había descubierto la verdad de su relación. Ahora, estaba sola en una ciudad extranjera, con sus maletas y un corazón roto.
Luis Andrés permaneció en su automóvil durante unos momentos más, observando por el retrovisor cómo Lucía se alejaba a paso rápido bajo la lluvia. Tenía la sensación de que acababa de presenciar un episodio confuso y doloroso. Sin entender del todo lo que había sucedido, decidió subir al edificio para buscar a Juan Ignacio, a quien había prometido encontrarse allí para ir al estudio a trabajar.
Mientras tanto, en el apartamento de Juan Ignacio, la pelea con Jen había alcanzado su punto máximo. Los gritos y los reproches llenaban la habitación, y la tensión entre ellos era palpable. Jen estaba furiosa por la llegada inesperada de Lucía de cual no sabía su existencia.
"¡No puedo creer que me hayas hecho esto, Juan Ignacio!" Jen exclamó, con lágrimas en los ojos. "¡Como es que nunca mencionaste que tenías novia!"
Juan Ignacio, también visiblemente alterado, le respondió: "¡No es eso, nosotros terminamos, o eso creo, Jen! Estás complicando las cosas. Ella vive en Toronto y seguro solo vino por… no sé porque vino, pero no hagas las cosas más grandes de lo que son"
La discusión continuó, mientras Luis Andrés subía por el edificio, ajeno a lo que ocurría en el interior. Finalmente, se encontró con Juan Ignacio, quien parecía exhausto y frustrado y una Jen ofuscada que sale batiendo su larga melena rubia con molestia mientras sale con la rabia supurando en cada poro.
"¿Qué demonios está pasando aquí?", preguntó Luis Andrés, sin poder evitar su sorpresa.
Juan Ignacio suspiró, pasando una mano por su cabello desordenado. "Es un lío, Luis Andrés. Lucía, mi antigua novia de Toronto, llegó sin previo aviso. Ella me encontró aquí con Jen, y todo se volvió un caos."
Luis Andrés frunció el ceño, recordando el encuentro previo con la joven con maletas que casi atropella en el estacionamiento. "¿Lucía? " ¿Será la chica que casi atropello? Se preguntó a sí mismo.
Juan Ignacio asintió, con una mirada de pesar en sus ojos verdes. "¡Sí, Lucía! Parece que está aquí para quedarse, y no sé qué hacer. Jen está furiosa, y yo... No sé si alguna vez podré explicarle lo que realmente está pasando."
Mientras tanto, Lucía caminaba por las calles de Ámsterdam, empapada por la lluvia y abrumada por la confusión. No sabía a dónde ir ni en quién confiar. Había dejado atrás a Juan Ignacio, el amor de su vida, en medio de una situación dolorosa y humillante. Sus lágrimas se mezclaban con las gotas de lluvia mientras intentaba encontrar un refugio para recoger sus pensamientos.