—Ellen estaba firmemente sostenida en sus brazos.
—Las lágrimas cálidas, como veneno, se infiltraban poco a poco en el duro pecho del hombre, infectando el corazón frío y despiadado.
—La tristeza parecía ser contagiosa, y el corazón de Jamie comenzó a palpitar débilmente.
—Sus dedos delgados estaban apretados hasta ponerse pálidos, y él no habló hasta después de mucho tiempo.
—No puedo dejarte morir. Ni siquiera lo pienses.
—Ellen no tenía la fuerza para replicar. Su cuerpo débil hacía imposible que se mantuviera consciente por mucho tiempo. Pronto, se quedó dormida en los brazos de Jamie.
—La luz de la luna entraba desde fuera de la ventana.
—Toda la habitación estaba cubierta con una tenue capa de blancura.
—Jamie escuchaba la respiración estable de la pequeña en sus brazos, y las comisuras de sus labios se curvaron en burla.
—Todas las palabras que no podía decir se derramaban.
—Ellen, en realidad quiero tratarte bien de nuevo —murmuró.