บท 28: Si fueras un cambiante...
—Bien —gruñó Paul mientras me miraba—. Nos hemos ocupado del hecho de que un montón de mocosos que estos hombres adultos no parecen poder controlar lograron irrumpir en mi establecimiento, causaron daños y aterrorizaron a mi empleado. Genial. Ahora, podemos pasar al verdadero problema aquí.
Pestañeé rápidamente, tratando de averiguar cuál era el otro problema... ¿Estaba enojado porque no llamé y lo hice preocupar? ¿Estaba enojado porque me quedé en la casa de un chico durante la noche?
Había un montón de cosas sobre las cuales podría estar molesto.
—¿Alguien puede decirme qué es una compañera y por qué mi hija aparentemente tiene cuatro de ellos? —preguntó Paul, apoyando su cadera en el mostrador mientras cruzaba los brazos sobre su pecho.
Oh... Eso.
—Verás, Señor —respondió Raphael calmadamente mientras se acercaba un paso hacia Paul—. Una compañera es
—No te estaba preguntando a ti —aseguró Paul, su mirada nunca se apartaba de la mía.
—Una compañera es esencialmente nuestra esposa —comencé, tratando de encontrar la mejor manera de explicar el concepto al humano—. Técnicamente, se cree que son nuestra pareja perfecta, un igual genético que permitiría que la unión produzca múltiples descendientes.
Allí, la ciencia siempre era el mejor camino a seguir cuando se trataba de asuntos reproductivos.
—Bonito intento, pero te conozco toda tu vida. No haces eso a menos que estés tratando de calmarme. Tú —dijo Paul, volviéndose hacia Lucien—. Tú no pareces decir tonterías. ¿Qué son compañeros?
—Compañeros son lo único en este mundo que está destinado a ser tuyo. Son tu pareja perfecta, la otra mitad de tu alma. Se dice que la Diosa de la Luna te da solo una oportunidad de estar completo, de ser entero, y si la pierdes, se ha ido para siempre —gruñó Lucien, y hasta yo me sorprendí de cómo el gran torpe logró hacerlo sonar.
No tengo nada en contra del hombre; él era uno de mis compañeros, pero si no supiera quién es y qué significa para mí, me aterrorizaría, a plena luz del día, en medio de una multitud.
Sus ojos brillaban rojos incluso cuando estaba en su momento más calmado, pero cuando hablaba de la importancia de una compañera, brillaban, sus pupilas adoptaban un anillo casi plateado mientras su lobo luchaba por dominar.
Pero era más que solo sus ojos.
Él medía al menos 1.95 metros y me superaba en altura; su flequillo negro caía en sus ojos más a menudo de lo contrario, haciendo que siempre tuviera que sacudir su cabello...
Y cuando pasaba sus dedos por ellos... bueno, entonces simplemente parecía una estrella porno. Pero yo estaba un poco sesgada.
Y ni siquiera me hagas empezar sobre el hecho de que huele a fogata. Entre los cuatro, es como si estuviera oliendo s'mores siendo cocinados, y me daba un hambre terrible.
Ese era probablemente el truco para juntar a las parejas destinadas... hacer que huelan tan bien que todo lo que quisieras hacer es lamerlos y comerlos como barras de caramelo.
Paul se volvió a mirarme. —¿Es eso cierto? —preguntó suavemente, estirando la mano para acariciar mi rostro—. ¿Ellos son tus compañeros del alma?
Suspiré, negándome a mirar a los cuatro hombres con quienes compartía una conexión. —Sí... y no. Supongo que depende de si crees que tienes alma o no —me quejé. Sabía que Paul creía absolutamente que su esposa era su compañera del alma, y no había mirado a otra mujer desde que ella falleció.
Definitivamente estaría del lado de los chicos con esta.
—No —dijo Paul, poniendo énfasis extra en el sonido 'P—. No va a suceder.
—¿Perdón, Señor? —respondió Dominik, luciendo más que un poco molesto—. ¿A qué le estás diciendo que no?
—Mi hija de 18 años no va a ser engañada por un montón de hombres en sus veintes para hacer tonterías. No tiene la edad suficiente —siseó Paul, abrazándome. Debo admitir, realmente me gustaba cuando me refería como su hija.
—Técnicamente, los cambiaformas normalmente encuentran a sus compañeros a los 18 —señaló Damien, tratando de ser la voz de la razón.
En mi corazón, le deseé la mejor de las suertes. Tenía suerte de que Paul no tuviera una escopeta o algo por el estilo. Oh, espera... sí la tenía, con balas para cambiaforma también.
Me encanta inventar cosas nuevas.
—Oh, ya veo —asintió Paul, ajustando su agarre en la pistola—. ¿Entonces todos ustedes tienen 18 y yo me equivoqué con sus edades?
—Ah, no —respondió Damien, encogiéndose un poco—. Yo tengo 26, mientras que Raphael y Dominik tienen ambos 25 y Lucien es el más joven con 24.
—Ya veo —asintió Paul nuevamente, esta vez lentamente—. Entonces, ¿dónde estaba tu compañera cuando tenías 18?
Los cuatro hombres lo miraron en blanco. —No teníamos una, Señor; ella no tenía 18 en ese momento.
—No, no tenía. De hecho, cuando ustedes tenían 18, ella tenía 10. Es demasiado joven para uno de ustedes, y mucho menos para los cuatro. No, no lo acepto. Esta es mi preciosa hija y no se las voy a dar solo porque alguna diosa piense que es una buena pareja.
Me recosté en el abrazo de Paul, inhalando su aroma. Era confuso, con muchos olores superpuestos. Para mí, los humanos no olían a naturaleza o comida. Tenían un aroma único propio.
Créeme, he estado en suficientes convenciones de cómics humanos como para saber que los humanos tienen un olor muy distintivo cuando no lo enmascaran con desodorantes y cosas por el estilo. Infierno, esa fue la razón por la que inventé el desodorizador en primer lugar.
—Es más que solo eso —luchó Lucien mientras su lobo luchaba por salir a la superficie—. Ella es literalmente todo para nosotros. No hay nadie más. Si la perdemos, estamos destinados a estar solos el resto de nuestras vidas.
—Sí, bueno, eso está muy bien. Pero no los conozco a ustedes cuatro de nada. No van a obtener a mi hija tan fácilmente —siseó Paul, alejándome aún más de los chicos.
Dominik parpadeó. —Sabes, si fueras un cambiante, entonces entenderías qué acontecimiento tan importante es esto.
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