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Cincuenta y cinco segundos, cortos al decir, pero igualmente largos.
Para la gente común, cincuenta y cinco segundos podrían pasar en un abrir y cerrar de ojos, pero para los prodigios aquí presentes, cincuenta y cinco segundos eran suficientes para lograr mucho.
—¡Bang! ¡Bang!— Los sordos golpes seguían sonando mientras la gigantesca cola ocasionalmente se dirigía hacia la barrera de luz, pareciendo tener la intención de matar a todos los que entraban.
La barrera de luz se sacudía violentamente, con ondulaciones que aparecían e incluso grandes grietas que emergían.
Sin embargo, estas grietas eran reparadas instantáneamente por los guardianes en el Reino Dios Dragón, quienes lanzaban pastillas a sus bocas como si el dinero no importase, porque en ese momento, todos habían desatado sus Bases de Cultivo más fuertes, el consumo de su Poder Espiritual era tremendo, y dado que aquí no había energía espiritual de la naturaleza, solo podían reponerla con pastillas.